Esteban Sierra Nieves
El Chato

Nace en Arecibo el 31 de octubre de 1934. Sus padres; el comerciante Esteban Sierra Maldonado y María Nieves Bello. Sus hermanos; Edgar Maggie y Jenny.

Desde pequeño tiene sus inquietudes para la lectura. A los 15 años se va como voluntario para el ejercito y regresa a los dos años con un mundo de experiencias nuevas.

En el año 1970 empieza a escribir varios artículos para el periódico el Mundo. Luego en el 1988 escribe y publica el libro: Temas, Cosas y Poemas del Chato. Este libro tuvo una buena acogida. Además escribió varios cuentos entre estos están: La Pedrá que está pa'l ojo y Ventanas que Arden de Nuestro Arecibo el cual no pudo ser terminado debido a su muerte el 1 de julio de 2002.

Sus hijos son: Jos€é Edgardo, Esteban Enrique, Silvia María, Juan Jaime, Héctor Raúl y su amada Esposa María Torres.



La Pedrá que está pa'l Ojo



CAPITULO I
Año 1957

En el pintoresco pueblo de Arecibo, en la costa norte de Puerto Rico, la ciudad celebra con júbilo sus tradicionales fiestas patronales en honor a San Felipe, patrón del pueblo.

La alegría y el festejo reinaban en la plaza pública y calles circundantes. La gente se apretujaba frente a la tarima artística, pues esa noche amenizaban el espectáculo artístico Felipe Rodríguez, el cantante más afamado de Puerto Rico en el género popular y con él su trío “Los Antares”, de cuya agrupación la primera voz era un hijo mimado de su pueblo de nombre Raúl Balseiro.

A muy poca distancia de la plaza pública se encuentra una clínica privada de salud en la cual Maruja de la Hoz y Mendizabal se encontraba recluida esperando por su primer alumbramiento; José de la Hoz, esposo de Maruja, esperaba nervioso en la sala de espera, esperando por las noticias de la condición de su esposa, su nerviosismo se tornaba en impaciencia e intranquilidad y no era para menos, hacía siete años que había contraído matrimonio y no habían podido gestar un hijo y luego de muchas consultas médicas y tratamientos por fin lo habían logrado; a lo lejos se escuchaba a Felipe Rodríguez cantando “La Ultima Copa”.
De pronto entró el ginecólogo de Maruja a la sala de espera tarareando la canción que se escuchaba desde la plaza pública; José tragó hondo y con una emoción que le ahogaba las palabras preguntó: ¿Doctor, cómo está Maruja? Calma José, le dijo el ginecólogo, Maruja está perfectamente bien y te ha obsequiado un vástago hermoso para que herede tu imperio. José quedó como aturdido y solamente repetía; “Gracias Dios mío” “!!!Gracias Doctor!!!” El médico le dijo, “cálmate hombre y ven conmigo para que veas a Maruja y a tu hijo, un varón de seis libras y media.

Una vez en la habitación, José besaba las mejillas de Maruja incesantemente. Con tal grado de emoción que ambos irrumpieron en lágrimas; Maruja lucía radiante no empece al poco tiempo que había pasado desde que alumbró; una enfermera entró al cuarto con la criaturita en sus brazos, mostrándoselo a José, el cual lo miraba con asombro y Maruja le dijo, ahí tienes el hijo que tanto deseábamos. Gracias Maruja mi amor, gracias, mientras trataba de levantarle el culerito al bebé como para asegurarse que era varón. Mientras esto acontecía en la habitación de Maruja se escuchaba desde la plaza pública la explosión de cientos de fuegos artificiales anunciando el final de las festividades. José exclamó lleno de júbilo, “El pueblo celebra la llegada de nuestro hijo, por eso lo llamaremos José Felipe, que será honor y orgullo para los de la Hoz y Mendizabal, para Arecibo y para todo Puerto Rico; mañana mismo voy al párroco y llamaré al Obispo para fijar la fecha del bautismo.

José Felipe fue creciendo fuerte y saludable, rodeado de los mimos de sus padres y de toda la servidumbre de la casa; cada cumpleaños era una festividad en grande. Al cumplir cinco años fue matriculado en el Colegio Católico del pueblo cuyo director era el Padre Damián, era muy querido y respetado por toda la comunidad arecibeña.

Como niño rico, José Felipe, a quien apodaron desde pequeño como Chepipe. Era llevado al colegio en el “Cadillac” de la familia responsabilidad que le correspondía a Pancho “el chofer” de la familia. Don Pancho sentía un gran cariño por Chepipe, el cual era reciprocado por el niño quien siempre quería sentarse en el asiento del frente, pero Pancho lo reprendía para que permaneciera en el asiento de atrás, que era el de la familia.


Año 1959

Hay un hacinamiento incontrolable de parturientas del Hospital de Beneficencia Pública de Arecibo; el Dr. Mora y la enfermera Agustina son los únicos profesionales de la salud, están sumamente atareados, Agustina le comenta al Doctor; “si las pobres siguen pariendo tanto no vamos a poder atenderlas, esto está para volverse loca”. “ Calma, Agustina, calma, ten paciencia”. De pronto Adela, una de las parturientas, comenzó a gritar fuertemente, esto hace que el Doctor y la enfermera se mueven rápidamente hacia ella, y ven que el alumbramiento está por acontecer. Mora le dice: “Puja duro”, “Doctor no puedo,” “si tu puedes anda puja duro”, “me muero Doctor”, “ no te mueres nada puja, puja, puja duro, ahora, aquí viene.” El Doctor saca la criaturita y luego de la consabida nalgadita le dice a la madre, “aquí está tu hija, una hembrita que parece que va a ser bien bonita.” Adela irrumpió en llanto y elevó una plegaria dándole gracias a Dios. Agustina le comentó al Doctor; “fíjese usted; esa muchacha es muy pobre, vive en el barrio Calichosa y lo peor del caso es que su esposo murió atropellado por un automóvil en el cual el conductor del vehículo se dio a la fuga y nunca apareció el responsible; Adela tenía tres meses de embarazo cuando esto sucedió, ahora con una hija, sin marido y muy pobre.” A lo que Mora contestó, “Ya Dios se encargará de proveerles.”

La niña fue a vivir con su madre a una casita pobre de madera de su abuela y fue creciendo muy bonita e inteligente. Comenzó a estudiar en la escuela pública rural de su barrio, mientras su madre trabajaba de costurera en una fábrica de ropa en el pueblo.


Capitulo II

El niño José Felipe de la Hoz y Mendizabal se fue convirtiendo en un joven muy inteligente con una profunda admiración para el Padre Damián; admiración que le traía conflictos con su padre ya que siendo parte de una familia de abolengo y sumamente rica, creían en la separación de las clases sociales cosa que el Padre Damián combatía, este buen sacerdote creía en el amor al prójimo, inmaterial a cliches sociales y económicos. Don José en más de una occasión amenazó al sacerdote que si ponía esas ideas en la cabeza de su hijo lo sacaría del colegio y cortaría las generosas contribuciones que hacía a la iglesia.

Esto llegó a oídos del Obispo quien no perdió tiempo en llamar al Padre Damián a audiencia y lo insto a que fuera comprensivo ante la situación ya que a Chepipe le rodeaban unas circunstancias muy especiales; a lo que el sacerdote contesto: “Su Excelencia comprendo su preocupación pero debo confesarle muy confidencialmente algo en que tengo mi palabra empeñada con Chepipe de no decirle nada ni a Maruja ni a Don José, y es que cuando Chepipe se gradúe de escuela superior quiere entrar al Seminario y hacer los votos sacerdotales”. El Obispo quedó perplejo, atónito con la noticia y exclamó, “esto es un asunto muy serio para la iglesia”. Padre Damián respondió, “le ruego Su Excelencia que no intervenga en este caso ya que tengo mi honor sacerdotal comprometido”. “ Comprendo, pero manténgame informado de cualquier desarrollo que ocurra”. “ Así lo haré Su Excelencia”, procediendo a besar el anillo en la mano del Obispo reverentemente y se marchó.


Capitulo III

Es sábado por la mañana y la familia de la Hoz y Mendizabal estaban reunidos en el comedor de su hogar disfrutando del desayuno. Don José le dice a su hijo, “recuerda el baile de esta noche en el “Country Club”, ¿tienes ya la etiqueta lista?” La madre contestó, “ya yo me ocupé de eso”; Chepipe contestó, “pero papá, yo no quiero ir a ese baile, tengo un compromiso con los muchachos de la Puntilla para reunirnos, jugar dominós y charlar un poco.” El padre lo increpó diciéndole, “tu estas loco, ir a ese barrio de mala muerte con esos amigotes tuyos, ya yo estoy hasta la coronilla con tus desprecios a nuestra vida social, todo esto es culpa de Pancho quien te empezó a llevar a ese barrio de mala muerte, eso lo debí haber arreglado hace tiempo pues sabía que me iba a traer problemas, pero tu oh papá, es que Pancho es tan bueno y el Padre Damián con su ñe, ñe, ñe, Chepipe es un joven muy bueno y lo quiere mucho a usted; por favor déjelo que el lo va a ser sentir siempre muy orgulloso de él. Y yo en mi debilidad no despedí a Pancho y no te saqué del colegio y te envié a una academia militar que fue lo que debí haber hecho.” “Pero papá, yo soy un hombre joven que tengo y debo tener control sobre mi propia vida.” “!!!Control de tu vida!!! ¿control para despreciar las cosas de la vida mía y las de tu madre, para eso? , pues no jovencito tu no vas a controlar nada si no consultas conmigo, ¿qué te has creído? “Pero papá, es que hay tanta hipocresía en la vida social de ustedes; si los escucharan. !!!Ah, Don José, que bien se ve usted y usted doña Maruja luce siempre tan joven y elegante, como una muñeca de porcelana!!! Y en cuanto dan la espalda dan rienda suelta a los comentarios; mira don José que se ha quedado con los chavos del papa de doña Maruja y no ha sido trabajando y la doña si no fuera por la cirugía plástica ya las arrugas la hubieran arropado.” Doña Maruja molesta comentó, “eso es envidia que me tienen y por eso sufren y tu verás como esta noche van a sufrir más cuando te vean a ti con Mercedita, la joven más bonita y codiciada de nuestra sociedad”; a lo que don José añadió; “tu sabes que los padres de Mercedes, Antonio y Meche son casi tan ricos como nosotros y si en algo debes ir pensando es que una boda entre ustedes uniría dos imperios económicos en uno solo.” “Pero papá, ¿que pasa con el amor? Si no hay amor no puede haber nada.” “Pamplinas, hijo, pamplinas, primero es el capital; el amor llega más tarde.” Doña Maruja interrumpe y dice: “Mira Chepipe ya es tiempo que empieces a darle un espacio en tu corazón para el amor; tienes a tu disposición las jóvenes más granadas de nuestra sociedad. Y ya este año te vas a graduar de escuela superior; que tu corazón no cometa el error de enamorarte de una muchacha pobre y sin requisitos como esa gente de la Puntilla.” “No mamá, tu estas equivocada, hay más clase y más sinceridad en las muchachas de ese barrio que la de los barrios ricos.” “Esta bien hijo, vamos a dejar eso así por ahora, pero no olvides que tienes un compromiso para esta noche con nosotros y con los padres de Mercedita.” “Esta bien, iré por respeto a ustedes y porque ya me comprometieron, pero sepan que es la ultima vez que los complazco en este particular.” El padre comentó, “ya aprenderás hijo, ya aprenderás …”


Capitulo IV
Año 1975

Es el día de graduación de escuela superior de Chepipe, todo es alegría entre padres y estudiantes en el Colegio Católico por la colación de grado. Don José y doña Maruja están eufóricos pues Chepipe obtuvo altos honores, estos tenían una fiesta organizada en su casa campestre para festejar la ocasión, allí se encontraban el Señor Obispo, el Padre Damián y amistades de la familia, había exceso de champagne, caviar rojo y negro, langostas frías, en fin todo un festejo por lo alto. Todo era alegría y placer, don José pidió silencio para hacer un brindis, levantó su copa y dijo, “brindo por mi hijo José Felipe, por su graduación con altos honores; él es un digno representante de lo que espera nuestra sociedad, de un de la Hoz y Mendizabal; joven bien parecido, facultad que heredó de su madre e inteligente y talentoso, cualidad que heredó de mi; brindo por él y por su futuro y con mucho orgullo le informo que ingresará a la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard y dentro de unos pocos añitos vendrá hecho todo un señor abogado para hacerse cargo de mis empresas. Los invitados irrumpieron con un aplauso y gritaban a coro, !!!Que hable Chepipe, que hable Chepipe!!! Este tomó la palabra y dijo: “Gracias, muchas gracias por todas sus muestras de cariño, en especial a mis padres no porque sean ricos si no por lo buenos que han sido conmigo siempre, yo tenia una noticia para dársela en privado a ellos, pero en vista de las circunstancias del momento me veo en la obligación de compartirla con ustedes. Cuando tomé el examen de ingreso para la Universidad de Harvard lo hice para complacer a mis padres mas nunca tuve la intención de ingresar a esa institución, pero hacía ya bastante tiempo que mi corazón me venía señalando que consagrara mi vida a Dios y siguiendo el mandato de mi corazón ingresaré al Seminario Católico de Dubesine en Pensilvania para dedicar mi vida al sacerdocio.

Hubo un silencio total, los invitados se miraban unos a otros sorprendidos, don José entre malhumorado y confuso dijo: “Esto es un chiste de mi hijo, parece que se tomó una copa de Champagne de más y se ha puesto graciosito.” Chepipe dijo, “Mi decisión es firme y final y ahora me excusan pues deseo retirarme”. El padre saltó como un resorte y le dijo: “Un momento jovencito, usted se queda aquí” y procedió a despedir a los invitados con excepción del Obispo y el Padre Damián; le dio instrucciones al mayordomo para que nada ni nadie lo interrumpieran y pasaron a su despacho, una vez allí comenzó diciendo, “vamos a aclarar esa broma de mal gusto que me hiciste y me puso en ridículo a mi y a tu madre delante de nuestros invitados.” “Papá, eso no fue una broma”. “Veremos, hijo, veremos, ahora quiero que me escuches atentamente pues como mi único hijo y heredero de todos mis bienes quien haya sido que te ha puesto esas ideas en tu cabeza está en contra mía y en contra de ti” y mientras hablaba esto miraba fijamente al Padre Damián; este se dio por aludido y respondió, “nunca le he puesto esas ideas a su hijo en su cabeza, ni se las he sugerido, ni se las he insinuado, ni lo he motivado para el sacerdocio; al contrario, le aconsejé que esa era una decisión demasiado seria, que debía consultarla con ustedes y que le pidiera sabiduría a Dios. El me pidió que no interviniera en este asunto que en su momento él se lo haría saber a ustedes.” Don José increpó al sacerdote en voz alta y le dijo: “Pero era su deber,” a lo que el Padre Damián no le permitió terminar diciéndole, “mi deber lo conozco yo, por eso respeté el pedido de Chepipe.” El Obispo instó al Padre Damián y a don José a la calma, entonces se dirigió a Chepipe diciéndole, “tu eres un buen muchacho, hay muchas formas de servirle a Dios, haciendo obras de caridad, contribuyendo a la iglesia para su sostén y en muchas otras áreas; reconsidera tu posición, tienes unos padres que te quieren y te necesitan y no sería justo si no los tomas en consideración. “Con todo el respeto que usted se merece Monseñor, esto es un asunto entre Dios y yo”, respondió Chepipe. “Lo entiendo hijo, pero se trata de una decisión trascendental para tu familia y para la iglesia; mi única sugerencia es que ponderes tu decisión cuidadosamente.”

Doña Maruja, quien permanecía en aparente expectativa del desarrollo de los acontecimientos, se levantó de su butaca y dijo, “no puedo permanecer más tiempo callada, yo veo que importa aquí es el sentir de José y de la iglesia y lo que Chepipe y yo pensamos es plato de segunda mesa; como madre exijo que se le respete la voluntad a mi hijo; si Dios quiere que sea sacerdote, pues que lo sea.” Don José sumamente molesto dijo, “¿voluntad? ¿voluntad de quien rayos? Aquí la voluntad ha sido de quienes le pusieron esos pensamientos; alguien que desconoce que mi abuelo vino de España y a fuerza de trabajo, sacrificio y esfuerzo logró establecer un gran negocio que más tarde mi padre con el mismo tesón y compromiso lo transformó en un pequeño imperio y cuando yo me hice cargo lo convertí en un gran imperio, pujante, sólido, único”. Doña Maruja dijo: “se te olvido decir que a tu padre quien lo hizo rico fue el mío y que el tuyo se quedó con más de la mitad de su capital, luego cuando tu te casaste conmigo terminaste quedándote con todo; ahora no te vas a quedar con la vida de mi hijo; sabes que a pesar de todas las cosas te he amado y te amo con todo mi corazón, pues son muchas las virtudes que tienes detrás de una aparente coraza de hierro; Dios y la Virgen saben como me dolería separarme de ti, pero si es necesario que lo haga para respaldar a mi hijo en sus aspiraciones, no titubearé en hacerlo.” “ Aquí todos se han vuelto locos, yo no puedo bregar con un manicomio como este, Chepipe que se vaya al Seminario que yo se que no pasará mucho tiempo antes de estar de regreso, pues lleva en sus genes el mundo de los negocios igual que su bisabuelo, su abuelo y su padre.”

Monseñor expresó la convicción de que todo iba a salir bien e instó a Doña Maruja y a Chepipe a la comprensión, la tolerancia y la fe en Dios.


Capitulo V
Año 1979

Adelita, la niña pobre del barrio Calichosa, se convirtió en una señorita hermosa, bonita e inteligente, quien desde niña había abrazado la fe evangélica, estudiaba en la Escuela Superior Pública de el pueblo y trabajaba a tiempo parcial de niñera; pese a sus circunstancias siempre sacaba el tiempo para ir a su iglesia y trabajar con jóvenes en la propagación del evangelio llegándo a convertirse en una joven líder. Cuando terminó su escuela superior lo hizo con honores y sus prioridades decididas. Estas eran entrar en el Seminario Evangélico y recibirse como Ministro Pastora, aunque tenia la posibilidad de una beca existía un conflicto familiar, su abuela había muerto y su madre se había incapacitado luego de trabajar quince años como costurera; sus ingresos eran unos módicos 156 dólares mensuales y la ayuda de cupones de alimento. Su consejero espiritual, el Reverendo Soto, conocía muy bien los planes de Adelita y conocía que ahora Adelita cumpliría 18 años, quedaría fuera de la poca ayuda que recibía de su madre, pero siempre le animaba diciéndole que no se preocupara que si la voluntad de Dios era que fuera Ministro así iba a ser. Le aseguraba a Adelita que los hermanos de la congregación la ayudarían en todo lo posible, tanto a ella como a su madre. Le recordó que el próximo viernes tenia una entrevista con el Superintendente y que la decisión de este era crucial.

El día antes de la entrevista Adelita con sus ojos vidriados de aguantar el llanto, se acercó hasta su madre y le dijo: “Mamá, tu sabes lo mucho que te quiero y lo mucho que tu significas para mí, se de los sacrificios que has hecho para criarme y los sinsabores que has pasado para proveerme lo necesario. También sabes que mi meta es servirle a Dios haciéndome Ministro-Pastora. Dios sabe lo que me dolerá tener que dejarte y he orado intensamente y he ayunado pidiéndole dirección a Dios; he consultado con el Reverendo Soto, pero si no tengo tu autorización pospondré mis planes; tu has hecho tanto por mí que no es justo que te deje sola ahora que tanto tu me necesitas. Su madre con voz entrecortada le dijo: “Mira hija, si mal no recuerdo el día que tu naciste no teníamos nada, la ropa que tienes puesta y este sillón en que estoy sentada es todo ganancia. Ya yo era viuda cuando tu naciste y no teníamos un techo propio que nos cobijara y debo decirte algo que nunca te he dicho, quizás por olvido. El Doctor Mora, quien fue el médico que me asistió cuando tu naciste, junto a su esposa fueron quienes nos mantuvieron a ambas el primer año de tu vida. Ese era un matrimonio cristiano que nunca querían que se supiera la caridad que hacían. Todas las semanas cuando me enviaban el dinero escribían en el sobre un versículo bíblico en vez de su nombre, “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, cuando comencé a trabajar en el taller de costura le pedí que no me enviara más ayuda pues Dios me había conseguido un trabajo y era mi deber hacerme cargo de tus necesidades. Pensaba yo y todavía pienso que Dios tenía un propósito especial para ti y ya comienzo a ver más claramente, por eso mi hija no te detengas y no te preocupes por mí; yo estaré bien, además tu vendrás a verme los fines de semana y quien sabe si el Reverendo Soto y su esposa me montaran de vez en cuando en su carro y me llevaran a verte ocasionalmente.” Adelita se inclinó hasta su madre abrazándola con llanto y emoción y le besaba sus mejillas empapándolas con su llanto a la vez que le daba gracias a Dios.

El día de la entrevista llegó a la oficina del Superintendente, el cual le preguntó, “ ¿Adelita, qué te ha motivado a pensar que Dios quiere que tu le sirvas como Ministro?” “Vera usted,” contestó ella, “yo nací y me crié en la fe evangélica, he participado en actividades de la iglesia; ocupé la presidencia de la Sociedad de Jóvenes, he participado en seminarios y arde en mí el deseo de predicar la Palabra de Dios.” “ ¿Pero eso no es un tanto complicado para una mujer?” sugirió el Superintendente, “¿tienes novio? ¿piensas casarte? Debes comprender que esto es un problema para la iglesia ya que en el pasado hemos tenido la experiencia de muchachas jóvenes y entusiastas que se reciben de Pastoras, luego se enamoran, se casan, tienen hijos, el esposo trabaja en la localidad y no puede ubicarse en otra y la iglesia no puede disponer del Ministro para ubicarlo donde su presencia es esencial y necesaria. ¿No crees tu que debes pensarlo y analizarlo con más tiempo?” “En lo más mínimo,” contestó ella, “a nosotras las mujeres siempre nos ha tocado hacer las cosas cuesta arriba, ¿habrá algún ser humano que haya tenido que subir una cuesta más empinada que María la madre de Jesús, nuestro Redentor y Salvador? Mas por su amor, su sacrificio y obediencia concibió al hijo de Dios. Tengo que decirle con honradez y certeza que desconozco que planes tiene Dios conmigo para el futuro; lo que si se es que en este momento me tiene aquí hablando con usted.”

“Mira hija, tu integridad, tu carácter, franqueza, determinación y vehemencia me han convencido. En lo sucesivo tendrás que enfrentar tu vida dentro de tu compromiso contraído, espero y así le pediré a Dios en mis oraciones que te ayude a mantenerte firme.”

Adelita muy emocionada le dio las gracias al Superintendente, volvió a reiterarse en su compromiso procedió a despedirse.


Capitulo VI

Chepipe se había recibido como sacerdote católico, durante su tiempo de estudios sacerdotales se ganó el respeto y el cariño de sus compañeros y superiores, por su carácter siempre afable, bonachón y por su inteligencia. Peticionó y fue asignado a una misión en el pueblo de Puno en el Perú, este pueblo cerca del lago Titicaca estaba muy distante de la llamada civilización; Chepipe quería poder ser instrumento de ayuda en los lugares más pobres y apartados de sus hermanos latinos en Sur América y poder a través de la caridad y el servicio de llevar la Palabra de Dios; comenzó su trabajo lleno de amor y de bondad para con los “cholos” y los serranos y aunque en muchas ocasiones sentía la hostilidad y la inhospitalidad de los pobladores no cesaba en su intento de propósito. Su madre le enviaba medicinas y alimentos desde Puerto Rico y con mucho esfuerzo y paciencia logró convencer al curandero del pueblo para que usara las medicinas; le dedicaba tres horas diarias a la enseñanza de los niños, a escribir, a leer y a sembrar la semilla de Cristo en sus corazones, muchos padres quisieron también participar en la enseñanza he hicieron un rancho de paja que se constituyó en escuela; Padre Chepipe trabaja sin tregua y en contra de las adversidades y poco a poco fue ganándose el respeto y el cariño de cholos y serranos.

El Padre Milligan, un sacerdote americano que estaba a cargo de la misión, se sorprendía de las cosas que estaba logrando el joven sacerdote, Milligan era un sacerdote anciano que había permanecido en Puno por treinta y cinco años de su vida; conocía su lengua y su cultura, sus tradiciones y sus estragos. Una tarde Milligan llamó a Chepipe y le invitó a compartir el té pues tenía algo importante que comunicarle mientras compartían. Chepipe le preguntó a Milligan, “¿Padre, por qué este pueblo ha sido tan hostil y hermético que se ha sumido en la ignorancia? ¿Por qué la ausencia de fe? Padre Milligan suspiró profundamente y le dijo: “Mira, yo sabía que tarde o temprano te ibas a preguntar esas cosas y a la verdad es que es un problema fácil de entender pero difícil de comprender; en lo que a mi respecta creo que desafortunadamente nuestra iglesia ha sido insensible con la actitud de esta gente; el desarrollo histórico nuestro en toda Sur América es quizás en gran parte responsible; le arrebatamos sus dioses, y el Dios que le traímos fue para esclavizarlos y explotarlos y en nombre de una santa inquisición castigarle hasta la muerte. Fueron saqueados sus tesoros y esa experiencia por más de 400 años de hostigamiento y dureza ha pasado de oído en oído generación tras generación y lo tienen impreso en sus conciencias y sus costillas.

Nuestra iglesia ha cambiado mucho su actitud y gracias a sacerdotes como tu hemos caminado largo trecho para ir borrando esas páginas de la historia, pero la lucha tiene que continuar tanto aquí como en Roma. Ahora quiero confesarte algo que nunca te había mencionado. Yo era un sacerdote joven lleno de bríos y entusiasmo que a temprano tiempo en mi sacerdocio entendí el sufrimiento y el dolor de esta gente, y como nosotros como iglesia habíamos sido cómplices de ese martirio. Denuncié esta situación a las autoridades jerárquicas, escribí artículos periodísticos denunciando la situación, pero fui reprendido y amenazado de excomulgación y la única alternativa que me dieron fue entre la expulsión hacer una misión aquí en Punos, acepté como deber cristiano y con obediencia lo que Roma concibió como un exilio. Ya mi río esta llegando al mar, aquí serán sepultados mis restos, pronto estaré en la presencia del Señor y a El tendré que rendirle cuentas, pero Dios en su infinita misericordia seguirá enviando personas como tu aquí para que conozcan al Dios de paz y misericordia que los ayudará a levantarse de sus años de angustia. Quería que supieras esto pues esta mañana recibí una carta del Obispado en la que me indican que tienes que regresar a Puerto Rico en el mes de junio, aquí tienes tu notificación oficial que llegó en mi carta.”

Chepipe leía la carta y mientras lo hacía palidecía, se sentía confundido e inquieto y luego de unos breves instantes dijo: “Pero Padre, queda tanto por hacer aquí.” “Lo se, lo se,” respondió, “ pero es tu deber obedecer las ordenes, estoy seguro que Dios no va a desamparar este lugar ni a tí.” “Si es así, lo haré, pero le prometo que hablaré con mi madre y yo mismo me encargaré para que las medicinas y alimentos que ella envía, lo continúe, se lo prometo.” “Gracias hijo,” contestó Milligan, “se lo bueno que eres y se que lo harás.”


Capitulo VII
Año 1987

Adelita se había recibido como Pastora de la fe evangélica; se había convertido en una mujer de una belleza singular, un cuerpo hermoso, una personalidad simpática y no fueron pocos los compañeros seminaristas que trataron de conquistarla, pero ella con mucho tacto y prudencia los rechazaba. Fue ordenada Ministro en el pueblo de Villalba en las montañas del sur de Puerto Rico en una iglesia ubicada en el barrio “La Tollosa,” predicaba en la iglesia, durante el día visitaba enfermos, le llevaba la palabra de consuelo, ayudaba a niños y jóvenes en sus tareas escolares y estaba atenta siempre a las necesidades de los ancianos, por lo cual fue cosechando el cariño y aprecio de los moradores del barrio y la feligresía aumentaba cada semana.

Don Cheo, un anciano analfabeto que vivía solo en una casucha de madera al cual Adelita visitaba semanalmente para limpiarle la casa, llevarle algo de comer y leerle la Biblia y alguna noticia del periódico. Don Cheo no podía entender como una mujer tan bella, de tez blanca, ojos color almendra, cabellera castaña sobre sus hombros y un cuerpo y unas piernas bien formadas y aun sin usar maquillaje su belleza resplandecía. ¿Cómo era posible que fuera Pastora? Un día le dijo: “perdóneme Pastora Adelita, ¿cómo una mujer tan linda como usted se pasa ayudando a to el mundo y no no se a casao? No me diga que soy entrometío, porque si no le pregunto reviento; mire si hay mujeres más feas que un “mocho de cortar jabón “ y están casah y calgá de muchachos. Oiga, en el pueblo hay un muchacho joven y bastante guapo que se llama Guillermo y le dicen Guillo; dicen que es una bala corriendo, que fue corriendo hasta Alemania.” “Don Cheo no sea disparatero, Guillermo fue a correr a unas olimpiadas en Alemania”. “¿Qué es eso que un ser humano vaya corriendo hasta allá, bueno eso me lo dijo Geño López, que siempre está metió en eso de correr y jugar juegos, no lo digo yo Pastora, y ¿qué tiene que ver eso con que usted se case?” “Don Cheo usted se las trae, pero mi compromiso es con Dios y si El quiere que algún día me case El me lo hará saber.

Una semana más tarde Adelita fue citada para que compareciera a la oficina del Superintendente para formalizar una situación que ella por otros medios sabía que estaba gestándose. El Reverendo Soto se acogía al retiro por edad y que ella lo sustituiría como Pastor en el barrio Calichosa de Arecibo; al llegar a la oficina del Superintendente y ser notificada oficialmente que tomaría el lugar de quien una vez fue su pastor y consejero trajo a ella una mezcla de alegría y de pena; alegre porque regresaba a sus raíces, triste porque llegó amar a Villalba y La Tollosa como algo de ella y ese amor se extendía a todos los habitantes del barrio; así se lo expresó a su jefe con lágrimas en los ojos y este se comprometió a nombrar un ministro de sus mismas cualidades para que la sustituyera.


Padre Chepipe trabajaba como ayudante del Párroco de la Catedral de Arecibo distinguiéndose como un sacerdote noble, trabajador y caritativo siempre trabajando en pro de los pobres y necesitados; siendo hijo del matrimonio más acaudalado de la ciudad tenía acceso a los miembros de la sociedad económica a quienes inducía a cooperar con los menos afortunados y lograba recaudar cuantiosas cantidades de dinero. En muchas ocasiones esto le ocasionaba conflictos con la alta jerarquía ya que gran parte del dinero ingresaba a las arcas del Obispado para sus propias obras y los proyectos que el quería levantar en la Puntilla y la ayuda que deseaba enviar a Puno no administraban al ritmo que el quería; pero como fiel sacerdote lo aceptaba. La relación con sus padres era diaria y estos lo ayudaban económicamente a sus causas en especial su madre quien era una fiel y abnegada católica y sentía un profundo orgullo que su hijo fuera sacerdote.

Don José en cambio veía la iglesia como una corporación de poder en la cual su hijo podía aspirar a una alta posición jerárquica; en cierta occasión le dijo: “Mira hijo, tu sabes que tu madre y yo hacemos aportaciones substanciales a la iglesia y ya que no quisiste ser presidente de mis empresas permíteme tener un hijo que este por lo alto en la jerarquía de la iglesia…!!!Y que ayudante de Párroco!!!, no hijo tu debes ser Obispo, Cardenal y quien sabe si hasta Papa, contéstame con sinceridad, ?cuanto me cuesta?” “ Papá, las cosas no son como tu piensas y hay cosas que el dinero no puede comprar.” “Pamplinas hijo, pamplinas por dinero baila el mono y quien sabe si el Papa.” “Mira papá, no quiero molestarme contigo, hay cosas que no importa como te las explique tu no vas a entenderlas, a mi no me interesan las posiciones ni me interesa de que trates de que viva tu vida; allá tu con la tuya y yo con la mía, a mi solo me interesa servirle a Dios, a la iglesia y los pobres.” “ Si, pero hijo dar misa a los pobres sin la ayuda de los ricos es como dar misa sin santos; o es que se te olvidó de un donativo de 15,000 dólares para pagar la imagen esculpida de la Virgen María en el mirador de Carrazo, 5,000 dólares que aportó tu madre para una alfombra para la imagen que estará bordada con hilo de oro.” “Papá, ese es su dinero y pueden hacer con el lo que les plazca, lo que quiero que entiendas claro es que no te voy a permitir que vuelvas a traerme estos temas,?he sido claro?” “ esta bien hijo no te enfades, no era mi intención molestarte ni ofenderte.”

“Bueno viejo me voy, acuérdate que el miércoles hay una reunión en el Ayuntamiento con el alcalde y el Párroco, quiere que yo le represente y como siempre tu estas invitado por el alcalde, así que nos vemos allá.” “Mira, represéntame a mi también pues tengo que atender asuntos sumamente importantes en la oficina.”

Mientras tanto Adelita trabajaba en el barrio de Calichosa, lugar que la vio nacer. Era muy querida y respetada por toda la comunidad, por el amor y cariño y la laboriosidad que desplegaba; su fama de buena pastora no tardó en extenderse a otras comunidades. El Ministro de la iglesia del pueblo ya de avanzada edad enfermó e iba a ser hospitalizado y este le pidió a Adelita que lo representara en una reunión que se iba a llevar a cabo en el Ayuntamiento Municipal, esta se vio casi en la obligación de aceptar por la insistencia del Pastor.

El día del acto en la Casa Alcaldía, el señor Alcalde saludó a los presentes por sus nombres y las instituciones que representaban dejando para lo ultimo al Padre José Felipe de la Hoz y Mendizabal de quien dijo que no necesitaba presentación pues era hijo predilecto de nuestro pueblo; Chepipe con claro sentido del humor dijo, “El señor Alcalde en su acostumbrada humildad cambio nuestros papeles; el hijo predilecto es él porque fue el pueblo quien lo eligió , a mí me eligió uno solo, Dios; los invitaron rieron y el Alcalde procedió a presentar un ante proyecto que en su etapa inicial contaría con dos hogares sustitutos y una escuela primaria que albergarían 50 niños y 50 niñas , abandonados, maltratados, abusados y huérfanos, habló de los costos del proyecto y recabó la cooperación y el respaldo de las instituciones allí representadas, luego los invitó a pasar al salón de recepciones para ser obsequiados con vino, quesos y entremeses diversos.

Nela y Meche, dos concurrentes al acto, comentaban entre si mientras disfrutaban del vino y el queso; “mira al Padre Chepipe !!!que hombre tan guapo!!! Y tan rico, es una lastima que se echara a perder dentro de una sotana. Adelita está sola sentada en una esquina del salón, se notaba fuera de su medio ambiente y lucía un tanto confundida pues no estaba acostumbrada a estos escenarios. Nela le preguntó a Meche que quien era esa muchacha. “Esa es la Pastora, no se ni como se llama, pero si es muy bonita y muy guapa, si yo con el cuerpo que tengo conseguí un marido excelente pero me dejó, con un cuerpo así no me hubiera dejado nunca, aunque no creo, mira la cara de provinciana que tiene y la mancha de plátano que se le nota a leguas, una lastima, !!!y que pastora!!!”

Adelita procedió discretamente a darle las gracias al Alcalde, a ponerse a las ordenes para su proyecto y procedió a marcharse del lugar.

Dos días más tarde Adelita fue al hospital a saludar al ministro del pueblo que estaba recluido enfermo, Padre Chepipe que acostumbraba ir a visitar enfermos coincidió en el hospital con la Pastora; cuando se encontraron de frente se saludaron tímidamente, el sacerdote se detuvo y le preguntó a la vez que se excusó, “perdone usted, ?es usted la pastora que estuvo en la reunión del Ayuntamiento Municipal el miércoles?” “Si, yo soy,” contestó y añadió, “y usted es el Sacerdote José de la Hoz que también estuvo presente.” Ambos sonrieron y Chepipe le dice: “Creo que es una buena oportunidad para todos cooperar con una causa noble aunando esfuerzos y voluntades.” “Siempre es bueno ayudar al prójimo en especial a los niños y los menos afortunados,” contestó ella, Chepipe se extendió su mano y procedió a despedirse.

Al llegar a la oficina de la iglesia Adelita tuvo la sorpresa de encontrar allí al Superintendente, luego de saludarse con mucho cariño, ella le preguntó, “¿A qué debo el honor de su visita tan sorpresiva? “Mira hijita, tu sabes que la iglesia del pueblo está sin pastor; el Reverendo Samuel está muy enfermo y ya llegó su tiempo de retiro y en la reunión del Concilio todos estuvimos de acuerdo que fueras tu quien lo sustituyeras.” “ Señor, eso es un honor que me hacen, pero tengo mis raíces aquí en Calichosa y siento que mi obra está incompleta, tengo proyectos, !!!hay tanto que hacer!!!, trataba de disuadir a su jefe para que nombrara a otro, pero el Superintendente insistió diciéndole que era una decisión imperativa e imponderable. “Debes saber que la labor que te espera es muy dura; por primera vez vas a estar en una iglesia urbana donde los problemas son distintos a los de la ruralía, los jóvenes son más agresivos y la gente mayor es impaciente, pero no tenemos duda que tienes la capacidad y el tesón para hacer el trabajo.” Adelita aunque con reservas en su corazón, por disciplina aceptó la designación, con la única condición de permanecer viviendo en su casa de Calichosa. En una ocasión su antiguo pastor y consejero, el Reverendo Soto, le pidió que lo llevara a una cita médica que tenía, en el trayecto el Reverendo le iba diciendo; “Te has convertido en una mujer muy bonita, además de ser inteligente y responsible aunque siempre lo fuiste desde niña; sabes que siempre te he querido como una hija y en ocasiones me apena verte trabajando tanto y ayudando a tanta gente que parece que se te ha olvidado que tienes derecho a tu propia vida, a casarte, tener un hogar e hijos.” Adelita dibujó en su cara una pícara sonrisa. “¿De qué te ríes?, preguntó el Pastor. “Es que lo que usted me dijo me hizo recordar a un señor llamado don Cheo del barrio La Tollosa de Villalba que me dijo en su forma peculiar de hablar lo mismo que usted me ha dicho ahora. Ya Dios decidirá y me lo indicará, y usted sabe que una de las cosas buenas que hizo el Señor fue un día tras el otro; ya veremos.”

Esa noche llegó un hombre a Calichosa preguntando donde vivía la Reverenda Adelita, una señora le indicó donde y este llegó hasta la puerta, toco en ella y Adelita contestó desde adentro, “ya voy”. Cuando abrió la puerta vio un hombre joven y elegante y le preguntó en que podía servirle, acto seguido abrió sus grandes ojos almendrados y con asombro dijo, “usted es el Padre Chepipe, perdone pero no lo reconocí así tan “sport” a lo que él contestó, “ es que los sacerdotes no estamos sentenciados a usar sotana todo el tiempo.” Adelita le dijo, “perdone que no invite a entrar a la casa pues me encuentro sola, si desea decirme algo dígamelo aquí en el balcón.” “ Muy bien, mire Reverenda o prefiere que la llame Adelita.” “Como usted quiera”, respondió ella. “Pues verá usted, yo tengo un proyecto que es un sueño que tengo desde niño para el barrio La Puntilla; allí la juventud se descarría con mucha facilidad, los jóvenes son rebeldes, la unión familiar es muy escasa aunque estoy convencido que son gente y muchachos buenos, no podemos culparlos del todo, han vivido en una abyecta pobreza desde sus abuelos; sus necesidades los llevan en sus genes, pero hay que luchar por los problemas que tienen para darles una esperanza de vida sana y buena, que se les brinde una oportunidad de educarse, un empleo digno, una gran motivación para romper ese cerco vicioso que los tiene enjaulados. Yo estoy solo en esto y solamente cuento con Miguel, un amigo de la infancia, y su familia quienes me ayudan; pero tengo unos problemas con unas jovencitas y se me hace difícil bregar con ellas. Usted sabe, para mí no es lo mismo que bregar con varones por eso pensé en pedirle ayuda la cual se la agradeceré de todo corazón, yo construí una casa centro donde los jóvenes tienen diversos juegos, gimnasio, biblioteca, salón de música y una oficina para mí para consejería y estoy ahí, martes, jueves y sábado desde las cuatro de la tarde a veces hasta la medianoche y verdaderamente necesito su ayuda para que me ayude con las jovencitas.”

Adelita sorprendida por la petición del sacerdote procedió a darle las gracias por su ofrecimiento a la vez que le señaló que tenía que poner su pedido en oración y obtener permiso del Superintendente pues la disciplina eclesiástica de su iglesia era muy celosa con quien y con que se compromete. “Lo entiendo,” dijo Chepipe sacando una tarjeta de presentación con su nombre, dirección y número telefónico la cual se la entregó diciéndole, “espero su contestación pronto.” “Ya veremos,” contestó ella. El entonces le extendió la mano y se despidió de ella. Una vez sola estuvo pensando en la visita del Padre Chepipe.

Una semana después el Padre Chepipe al no tener respuesta de la Pastora procedió a llamarla por teléfono y luego de saludarla le preguntó que había sucedido con la petición que él le hizo a ella, a lo que le contestó, “Dios siempre quiere que se ayude al necesitado y el Superintendente tiene total confianza en mí y sabe que soy buena custodia de mi testimonio cristiano.” “Lo sabía,” dijo Chepipe con emoción y la invitó a que pasara por su oficina en La Puntilla ese día a las 4:30 de la tarde, que se le había complicado el caso de una jovencita y quería discutirlo con ella. “No puede ser a esa hora, es muy tarde para mí pues tengo servicio religioso en mi iglesia a las 7:30 y no tengo el tiempo, ¿puede ser a la 1:30?” Chepipe accedió y le dijo que haría los arreglos para estar en la oficina a esa hora y añadió, “para que no tenga que venir al pueblo en su carro y evitarle las molestias del transito yo enviaré a Miguel a buscarla a la 1:00.” Adelita aceptó el ofrecimiento.

Miguel recoge a Adelita a la hora pautada y en el trayecto le dice; “Pastora, me alegraría mucho que usted ayude al Padre Chepipe; hay mucha gente que no cooperan en nada, critican la juventud, ven que la droga está acabando con los jóvenes, destruyéndolos, niños y ancianos desamparados y creen que llendo una vez al mes al hospital y regalar un canastillo ya tienen el camino al cielo y el pobre cura tiene que hacer de tripas corazones con su tiempo y sus recursos tratando de ayudar a todo el mundo.” Adelita le dice a la vez que lo interroga, “usted parece que quiere mucho al Padre Chepipe.” “!que si lo quiero!” Contestó emocionado, “como a un hermano, ese es la mejor persona del mundo y asi siempre ha sido desde que eramos niños, siendo el hijo de los padres más ricos de la comarca siempre estaba con nosotros en La Puntilla; mi tio Pancho, que era el “chauffer” de la familia, me decía que eso le traía problemas a Chepipe con sus padres, pero él nunca nos rechazó y aun todavía siendo cura es el mejor amigo que tenemos en el barrio los jóvenes, los menos jóvenes y los viejos. Al llegar al edificio del centro Chepipe saluda a la Pastora respetuosamente y empezó a contarle el problema que estaba teniendo con una jovencita de 15 años que estaba embarazada, hija de un padre alcohólico desaparecido y una madre con desprecio a la vida y a su hija, le preguntó si la institución a la que ella pertenecía tenía algún hogar en Arecibo para trabajar estos casos ya que la iglesia Católica las facilidades que tiene para esto están en Ponce y Mayaguez y la joven se resiste a salir del pueblo. Adelita estuvo pensativa algunos segundos y le dijo; “Mire Padre, nosotros no tenemos un centro para trabajar con esta problemática, yo en mi carácter personal estoy disponible para darle consejería ala joven, pero quiero dejar una cosa bien clara establecida; su religión y la mía tiene diferencias insalvables teológicas y sociales, su experiencia de fe y la mía son diametralmente opuesta, usted cree en unas tradiciones impuestas por el hombre yo en una experiencia con Cristo a través del Espíritu Santo; yo me debo a mis fieles y usted a los suyos y predica en el altar lo que yo combato en el mío y se me hace difícil poder ayudar a la joven conforme a su fe y será dentro de los términos de mi religión, pues se me hace imposible dentro de mi conciencia y mis superiores y mi congregación de vincularme en forma directa con la iglesia Católica, usted puede acudir al Departamento de la Familia, Servicios Sociales, a las hermanas de la caridad o a las siervas de María para que le ayuden. He sido franca y sincera con usted para que no hayan malos entendidos.” Chepipe contestó con voz pausada, “presentía que mi pedido a usted era un tanto arriesgado y le agradezco su sinceridad; podía estar todo un día argumentando sobre mi iglesia Católica, nuestros cánones, nuestra teología y nuestras tradiciones, tratar de que usted entienda lo que desconoce, pero no voy hacerlo. Pensé que podíamos trabajar en lo que nos une no en lo que separa; después de todo ambos creemos en una Santa Trinidad, creemos que solamente la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado; ambos creemos en el amor al prójimo, la ayuda al pobre, al desvalido, hacer la caridad a quien la necesita y entiendo que es el amor el motor impulsador que debe lanzarnos a hacer el trabajo que Dios nos ordenó. En cuanto a las hermanas de la caridad y las siervas de María son muchas las responsabilidades que tienen cuidando enfermos, cuidando ancianos, niños y muchas otras obligaciones que desafortunadamente parece que usted desconoce; también quería informarle que por una razón de conveniencia geográfica he visualizado al barrio Calichosa que se encuentra lejos del bullicio pueblerino, de hermosa vegetación y sus montes altos que miran al cielo, como el lugar indicado para hacer un hogar para madres “por ser” para nuestras madres solteras, a tales efectos adquirí mediante compra un predio de 12 cuerdas de terreno y pronto empezaremos la construcción ; el Padre Agustín quien es itinerante en Calichosa me estará ayudando en el proyecto. “Es una magnifica idea siempre que sea su iglesia la que se haga cargo,” comentó Adelita. “Ni modo, dijo el sacerdote, “este es un proyecto de mi iniciativa por el cual tuve que luchar muy duro con mi padre para que lo financiara. “Mire Padre, mi deber es ayudar al prójimo y en eso no debe haber malos entendidos, pero yo soy una ministro protestante que no puedo ni debo estar envuelta en forma directa con este asunto, usted no sabe cuan cuesta arriba ha sido para mí obtener lo que tengo y no estoy dispuesta a arriesgarlo.” Mire Reverenda, a mí también me fue cuesta arriba alcanzar mi meta, tuve que luchar “como gato boca abajo”, como diría Miguel,” Adelita trato de interrumpir lo que estaba diciendo, pero el le dijo, “no, no se preocupe ya no hay nada más que hablar de este asunto y no se preocupe por mí porque como dijo el insigne poeta, “a fuerza de caminar los mares, tengo la frente acostumbrada a la tormenta,” y procedió a despedirse y llamó a Miguel para que llevara a la Pastora de vuelta a su casa. Cuando llegó, a ella estaban esperandola doña Tiva quien le comentó lo bonito que era el carro que la llevó, y le preguntó de quién era a lo que le respondió, “de un amigo mío.” Doña Tiva tuvo el atrevimiento de preguntarle que quién era el amigo, la Reverenda le cortó el tema y le preguntó, “¿a qué usted vino?” Entonces Tiva empezó a contarle de un problema que tenía en su casa.

Transcurrieron algunas semanas durante los cuales Chepipe visitaba el barrio Calichosa frecuentemente para hablar con el Padre Agustín sobre el progreso en la construcción del hogar para “madres solteras” pero no hacía intento de hablar con la Pastora; la voz se fue corriendo sobre la construcción y esto hizo dar a conocer a Chepipe en el lugar. Una tarde el sacerdote salía del barrio en su carro y doña Tiva y una amiga de la iglesia lo vieron pasar y Tiva comentó, “a mí ese carro se me parece al que trajo a la Pastora una vez a su casa, pero no puede ser porque ese carro es de un cura.


Capitulo IX

Había transcurrido un mes cuando el Padre Chepipe recibió una llamada telefónica de la Pastora, la cual recibió con alegría y agrado. Adelita le indicó que deseaba hablar con él y que prefería que no fuera ni en la casa de ella ni en el centro; Chepipe le contestó que no existía ningún problema y le sugirió que se reunieran en la casa de sus padres ya que estos se encontraban en España visitando unos parientes; “¿Que tal si voy mañana y la recojo?” “Pero Padre, ¿usted cree que es conveniente?” “Desde luego,” respondió, “no hay problema en casa está Ana, el ama de llaves, quien me vio nacer y ayudó a mi madre a criarme; ella es para mí como una segunda madre; además está la servidumbre de la casa.” “Yo creo que es más conveniente si usted puede enviar a Miguel a buscarme,” le sugirió ella. “Esta bien, enviaré a Miguel a las 10:30 A.M.” Cuando Miguel llegó a buscar a la Pastora, doña Tiva la vio y comentó para si misma; “adiós mis cuartos, ese es el mismo carro del cura.

Cuando penetraron al interior de los alrededores de la residencia Adelita no podía disimular su asombro por lo que estaba viendo; un mosaico de jardines finamente diseñados y bien cuidados de cuyas tonalidades de verde, rojo, amarillo y violeta en su casiopiris daban la impresión de Casio pes. Los pasillos en piedra interconectando las diferentes arcas de los jardines y pequeñas fuentes de agua. En sus alrededores causaban que cuando los rayos de sol chocaban con los hilos de agua formaban colores intermitentes que parecían desprenderse perdiéndose en la nada y volviéndose a hacer visibles instantáneamente. Al centro se erguía majestuosamente la casa con impresionantes columnas cubiertas en mármol y apariencia europea del siglo dieciocho; la entrada principal en madera de cedro libanés finamente labrado, era impresionante, allí la recibió Padre Chepipe y la invitó a pasar al despacho en la biblioteca, mientras caminaban se apreciaban los diferentes niveles de la casa en cuya sala colgaban de las paredes una colección de pinturas clásicas puertorriqueñas de los artistas Oller, Rodón, Martorell y Don Oscar Colón Delgado y a su paso se detenían a observarlas y Chepipe le explicaba el origen y datos de la vida de los autores; el mobiliario de Luis XV, una antigua colección del siglo XVIII, le daban un aire de solemnidad a la casa.

Chepipe le explicó que la casa fue construida por su abuelo, pero la decoración interior fue obra de sus padres, mas bien de su madre, aunque su padre sugirió unas cuantas ideas fue su madre quien llevó el timón de toda la obra.

Adelita dentro de su asombro le comentó tímidamente, “yo sabía que usted era rico, pero jamás lo imaginé tan rico, usted debe vivir aquí como un rey; a lo que Chepipe contestó, “yo me siento como un rey donde vivo, en la casa parroquial en un cuarto de 12 pies por 12, una cama sencilla, un ropero y un pequeño baño.” Ella comentó, “¿Entonces, usted no vive aquí?” “No, aquí viven mis padres” y procedió a preguntarle en que podía servirle, ella le dijo, “Mire Padre yo quería hablar con usted porque mi conciencia me dicta que fui un tanto ruda con usted cuando me llamó para hablarme del problema de las jóvenes embarazadas, créame que lo admiro por ese don de bondad que usted tiene y aunque nunca había orado por un sacerdote católico por usted lo hago casi a diario para que Dios lo ayude en sus nobles propósitos, y quiero decirle que en lo que pueda ayudarlo cuente conmigo. Chepipe le agradeció sus oraciones y su actitud y añadió, “No quiero entrar en controversia alguna, pero me parece que todas las religiones deberíamos buscar nuestros propósitos comunes, de esta forma haríamos un mayor esfuerzo para tratar de hacer un mundo mejor; después de todo, todos somos hijos de Dios,” ella asintió con su cabeza y cuando trató de despedirse Chepipe le dijo, “ya yo le dije a Ana que nos preparara un almuerzo y me tomé la libertad de ordenar para usted y para mí mi comida favorita, una ensalada de lechuga y tomates del país, bistec criollo encebollado, tostones y un arrocito con habichuelas blancas tiernas.” “Pero Padre”, “pero padre nada”, contestó él y pasaron al salón comedor en donde disfrutaron del almuerzo y en la sobre mesa hablaron de su niñez, de sus padres y de los asuntos del pueblo.

En lo sucesivo cuando el sacerdote iba a Calichosa pasaba por la casa de la pastora a saludarla y consultarle en algún problema que tuviera; la amistad se fue estrechando, estando juntos compartiendo un café en el balcón de la casa de la Reverenda y no tardó mucho en que tanto los protestante como los católicos del barrio empezaron sus comentarios y estos llegaron a oídos de ministros y sacerdotes.

Una noche la Pastora se encontraba predicando en su iglesia y se sorprendió cuando vio entrar al Superintendente de su congregación al templo; una vez terminado el servicio religioso saludó a su jefe y éste le indicó que deseaba hablar con ella en la oficina y una vez allá él comenzó diciéndole, “Mira Adelita, tu sabes lo que significas para mi iglesia y tu congregación, eres testimonio vivo de la voluntad de nuestro Señor, ese testimonio tienes que protegerlo en el alma y en su apariencia; yo no tengo duda de tu integridad y compromiso y nadie debe tener dudas, mas eres joven y muy bonita y esa amistad entre tu y ese sacerdote católico, José Felipe, te está haciendo daño tanto a ti como a nuestra iglesia; la gente está murmurando cosas y entiendo que es un problema que tienes que resolver a la mayor brevedad. Mi consejo como tu jefe y amigo es que rompas esa amistad a la mayor brevedad, pues es un asunto que nos está haciendo daño a todos. Se que lo que te estoy diciendo puede sonar demasiado fuerte, pero es mi deber hacerlo. ¿Tu entiendes verdad?

Adelita palideció, permaneció muda por unos instantes y preguntó, “¿Qué comprenda que y a quién? ¿A los prejuicios de la gente que no puede ver que dentro de la sotana de sacerdote habita un ser humano lleno de bondad, de amor y compasión, que con sus riquezas pudo haber escogido una vida llena de placeres? Vaya y búsquelo y lo encontrará en un barrio pobre ayudando al pobre y al desamparado y contésteme usted Sr. Superintendente si en la advertencia que usted me hace dónde se quedó el mandamiento que nos dejó Jesucristo de amarnos los unos a los otros. Yo puedo en cierta forma comprender su posición, pero no comprendo su recomendación.” El le respondió, “Conozco bien tus cualidades y estoy dispuesto a defenderlas en cualquier foro; pero para nuestra iglesia es incompatible nuestra relación con la Iglesia Católica no practicamos el ecumenismo ni institucional, ni personal y tu lo sabes, así que se torna académica tu relación con el cura; comprendo que en este momento debes estar un tanto confundida y esa confusión te causa malestar por eso me voy a tomar la libertad de sugerirte dos semanas de vacaciones para que medites y ores por fortaleza y le pidas dirección al Señor. Además tu has trabajado mucho y es tiempo de que tomes un descanso; si así lo deseas mañana mismo nombro un Pastor provisional para que te sustituya mientras estes fuera. Por lo demás tu sabes lo mucho que significas para nuestra iglesia.” Adelita se quedó pensativa un momento y le dijo, “Esta bien, así lo haré, pero permítame pedirle un favor muy grande; solamente a usted le diré donde estaré y no importa lo que suceda no se lo dirá a nadie ¿prometido? El respondió, “Tienes mi palabra.”

Esa misma noche Adelita llamó por teléfono al Reverendo Alejandro, quien estaba de pastor en la iglesia en la cual ella comenzó su ministerio en el barrio Tollosa de Villalba; luego de saludarlo le pidió si era posible que pasara sus dos semanas de vacaciones en su casa; el Reverendo accedió con mucha alegría y le dijo, “Tanto Mechi, mi esposa, como yo nos sentiremos honrados con tu visita y estoy seguro que la pasaremos muy bien.”

El próximo día bien temprano en la mañana Adelita, llorosa y angustiada, partió desde el barrio Calichosa de Arecibo hacia el pueblo de Villalba. El trayecto en automóvil toma aproximadamente dos horas, la carretera es impresionante abriéndose paso por las mismas entrañas de la Cordillera; la altura y las curvas comprendían a cada lado montañas con una espesa vegetación en que los arboles parecían remontarse hasta las nubes; los riscos abajo dibujaban alfombras de gramas y flores donde la fauna anidaba y se escuchaba el sonido sonoro del canto de las aves; una vista majestuosa. El rostro triste de Adelita contrastaba con la belleza del ambiente, para ella todo eso era opaco y mustio. Un paraje de una pequeña llanura solitaria se hizo presente. Ella estacionó su automóvil y se dirigió al lugar aun con la hierba humedecida por el rocío mañanero, e hincó sus rodillas y en la intima soledad humana atestiguada solamente por los montes, la flora y la fauna elevó una plegaria al cielo.

Amado Dios, mi Cristo Amado
Que conoces el dolor y el sufrimiento
Ven aquí junto a mí,siéntate a mi lado
Perdona mis pecados, dame tu aliento,

Como nunca antes necesito de Ti
Hazme saber cual es Tu voluntad
Para poder luchar, para poder vivir
Por favor mi Señor, ténme piedad.

A Ti, tan solo a Ti abro mi corazón
Que se encuentra muy triste y abatido
A veces pienso que pierdo la razón
Y lloro con el llanto de un niñito perdido.

Todo mi ser suspira cual rugido doliente
Y mil entrañas vibran hasta que el alma grita
Cual la fiera que a su presa muerde
Con el mismo celo que su instinto agita

He llorado tanto, como el amor que deshoja margaritas
Oh mi Buen Señor te necesito
Perdóname esta vez si mi alma grita
Ten compasión de mi y oye mi grito.

Adelita estaba en un trance, era el momento crítico, su pensamiento parecía haberse ido hasta el mismo cielo y su cuerpo físico lucía inconsecuente desplomandose al suelo. Unos transeúntes que pasaban por el lugar la vieron tendida en la grama, se le acercaron, la tocaron por sus brazos diciéndole, “Joven, joven, por favor despierte,

¿qué le pasa, está usted bien? ¿está usted enferma? Por favor conteste. Adelita abrió sus ojos lentamente y comenzó a incorporarse lentamente y entre nerviosa y asustada les dijo, “Gracias, yo estoy bien, no me pasa nada.” “Está usted segura,” le preguntaron, a lo que contestó que sí, “si estoy muy bien.” Se identificó como pastora evangélica y les dijo que se había quedado dormida, que no se preocuparan que ella seguiría hacia Villalba y volvió a reiterarles las gracias despidiéndose de ellos y dirigiéndose a su automóvil.

Cuando llegó a casa del Reverendo Alejandro, él y su esposa se confundieron en abrazos y salutaciones y luego de dirigirla a su habitación se sentaron en la sala a platicar; Adelita aunque lucía un tanto acongojada les indicó de la alegría que sentía de regresar al lugar donde comenzó su ministerio. Luego a partir del próximo día fue a visitar a sus amigos como Don Cheo. Y pasaba largas horas orando y ayunando.

Mientras tanto, Chepipe continuaba sus trabajos en la iglesia y sus proyectos, cuando iba a Calichosa preguntaba por la Pastora, pero era como si la tierra se la hubiera tragado, nadie sabía decirle dónde estaba, la única información disponible era que estaba de vacaciones. Esto se le atravesó en la garganta al sacerdote; no podía ni echarlo hacia afuera ni tragárselo; como puede ser, se decía a si mismo, que la Reverenda no me informara nada; le preguntó al pastor sustituto y este le indicó lo mismo. Un día le preguntó al Padre Agustín si por casualidad había oído algo del paradero de ella, Agustín entre suspicaz y sospechoso le preguntó, “¿y para qué quieres tu saber de su paradero?” “Hombre, para nada. Es que me preocupa que le haya sucedido algo.” “¿y por qué te interesa saber lo que le haya podido suceder?,” replicó Padre Agustín. Chepipe malhumorado le dijo, “Caramba, yo te hago una pregunta y tu me contestas con otra pregunta, si no puedes darme información santo y bueno, pero no me interrogues, ¿está claro? Padre Agustín se excuso y le dijo: “Mira, no se de la vida de la Pastora, pero como buenos amigos que hemos sido siempre es mi deber decirte que el párroco, yo y muchos miembros de nuestra congregación y creo que hasta el mismo Obispo sabemos y estamos sospechosos de tu relación con la Pastora y eso a mi no me preocupa, pero muchos no lo ven con buenos ojos. Si no te han dicho nada es por tu trayectoria limpia y por la influencia de tus padres quienes son grandes cooperadores con nuestra iglesia, yo te aseguro que si el de la amistad con la Pastora hubiese sido yo ya me hubieran halado las orejas hace rato.” Chepipe le contestó que maldad o perversidad puede haber entre la relación de la Pastora y yo cuando lo que compartimos son las mismas preocupaciones por los problemas de la juventud. ¿O es porque yo soy católico y ella es protestante, o porque yo soy hombre y sacerdote y ella es mujer y pastora? ¿Es que todo esto hace diferencia ante los ojos de Dios?, de ninguna manera, máxime cuando muchas encíclicas del Vaticano nos invitan a la reflexión y el amor entre distintos; se ha hablado hasta de ecumenismo, entonces, ¿dónde está la maldad? Agustín le respondió, “Mira, hay muchos obstáculos y política religiosa entre católicos, protestantes y otras religiones; siglos de lucha en los cuales todos reclamamos en tener la verdad, pero irónicamente es una verdad interpretativa por nosotros los hombres y cada cual con su propia tienda, no obstante, reconozco que hemos adelantado mucho pero falta mucho más y en ocasiones cuando creemos ver un nuevo horizonte se levantan los intereses creados de cada cual y volvemos a la lucha dura incapaces de comprender los méritos de cada cual, tristemente esta es la realidad.” “No puedo negar que tu tienes razón, pero tienes que entender que tanto protestantes como católicos tenemos nuestros cánones de disciplina y fuimos advertidos de los nuestros antes de entrar al seminario para recibirnos como sacerdotes de forma tal que no tenemos excusas porque si no creíamos en nuestra disciplina nadie nos obligaba a permanecer en el seminario. Pienso que algún día habrá mejor comprensión, pero por ahora hay que seguir con las reglas que se tienen.”

Padre Chepipe salió de Calichosa y fue directo a la oficina del Párroco que era su superior y le pidió si podía hablar con él, a lo cual el párroco le contestó, “Adelante hijo, cuéntame. “Mire Padre, tengo que pedirle un favor muy especial, necesito que me permita estar libre el resto de esta semana y quizás la próxima. El Párroco intrigado le dijo que si y a renglón seguido le preguntó que qué le pasaba; Chepipe le dijo: “Mire usted, yo me siento intranquilo y preocupado por la Reverenda Adelita, pastora del barrio Calichosa de aquí de Arecibo, pues tengo el presentimiento que algo malo le debe estar ocurriendo y necesito unos días libres para tratar de dar con su paradero; esa pastora es una persona noble, coopera conmigo en los problemas de nuestras adolescentes y ha desaparecido del barrio como por arte de magia. El párroco se quedó pensativo unos instantes y le dijo: “Mira hijo, voy a ser sincero contigo como siempre lo he sido; hasta mis oídos han llegado los comentarios de tu amistad con la Pastora; y nunca hay quien falte que no trate de hacer un chisme de la situación y tu debes saber que el chisme es como un meteoro que una vez entra a nuestra órbita no nos queda otro remedio que rezar con la esperanza de que se destruya antes de que caiga en tierra o que caiga en un lugar que no nos haga daño y aparentemente este ni se ha deshecho ni ha caído en tierra, yo tengo plena confianza en ti y en tu entereza de carácter y no tengo reparos en la amistad no importa la religión, personalmente tengo muy buenos amigos del ministerio protestante, pero es mi opinión que este asunto de tu amistad con la Reverenda esta yendo muy lejos y aunque tu intentes negarlo fíjate lo nervioso e intranquilo que luces. Esta es una situación que puede tornarse difícil para ti, para nuestra iglesia y para la Pastora y su iglesia. La oración, la meditación y la búsqueda de dirección espiritual es importante para medir nuestros pasos; esta observación te la hago porque te estimo mucho, pero no hay problema, tomate los días libres que necesites, pero tu sabes que es mi deber notificar al Obispo que estas de vacaciones.” “Lo comprendo Señor y muchas gracias,” contestó Chepipe.

En la visita de su reunión semanal con el Señor Obispo que se sucedió esa semana el Párroco le informó que el Padre José Felipe iba a estar de vacaciones y hablaron de los problemas que parecían estar emergiendo entre la amistad del Sacerdote y la Reverenda. El Obispo le indicó que hasta él habían llegado unos comentarios que aunque no vinculaban a José Felipe en ningún acto de desobediencia era algo que le preocupaba y le indicó que de ese momento en adelante si fuera necesario el trataría el asunto personalmente con el Padre José Felipe.

Ya los padres de Chepipe habían regresado de España y el Señor Obispo a quien lo unía una amistad de muchos años con ellos fue a visitarlos; Don José no se encontraba en la casa y luego de saludar a doña Maruja efusivamente y platicar sobre la experiencia del viaje este le dijo: “Mira Maruja, tengo algo que comentar contigo y espero tu comprensión y discreción en cuanto a lo que te voy a decir; Chepipe ha desarrollado una amistad muy estrecha con una pastora evangélica, esto en sí no es nada malo, pero lo que me preocupa son los rumores que corren y tu sabes como es la gente. Doña Maruja abrió sus grandes ojos en señal de asombro y le dijo: “Ana me contó que Chepipe vino a almorzar aquí con una muchacha joven y que muy bonita, pero no me dijo que era una pastora, pero no le des importancia a los rumores Chepipe esta consagrado y de eso no hay duda.” “Yo lo se Maruja, yo simplemente creí mi deber informártelo y no tienes la necesidad de comentarlo con tu hijo.”

Esa noche cuando don José llegó a su casa, una vez en la habitación de dormir, Maruja le comentó, “hay un asunto que me está preocupando y es mi deber decírtelo, hay rumores que Chepipe está teniendo una amistad con una pastora protestante y eso no es bueno para él inclusive puede ser dañino a su buena reputación; don José como que no entendía lo que le estaban hablando y en su característica forma le dijo: “¿De qué rayos tu hablas, mujer? “!!!Ah, no quieres entender!!!, que Chepipe la gente comenta que está envuelto con esa muchacha. ¿entiendes ahora? Don José le respondió, “Lo entiendo, pero no lo comprendo y que Chepipe, bah, si ese no piensa más que en la iglesia y los pobres, !!!y que enredao con una pastora aleluya!!!” “ Si, de esa misma,” repostó ella, “y yo necesito tu comprensión y tu cooperación en esto.” “¿Comprensión y cooperación mía? Acaso hubo comprensión para mí cuando yo puse mis grandes ilusiones y mis soñadas esperanzas de que Chepipe fuera mi sucesor haciéndose cargo de mis empresas y él se empeñó en hacerse cura. Y cuando me opuse y alcé mi voz a mis genuinos reclamos para oponerme, tú delante del Obispo y del Padre Damián me sacaste la cuenta de lo que tu padre y tu aportaron al capital y hasta me amenazaste de abandonarme por mi oposición y todos mis sueños e ilusiones con mi hijo no te importaron nada y he tenido que vivir soportando la soledad de no tenerlo a él a mi lado en los negocios y me ha ido pasando el tiempo y si lucho y trabajo mucho lo hago por la lucha y el trabajo mismo y por el orgullo de dos generaciones de lucha que me antecedieron, pero no te preocupes que Chepipe parece que nació para cura y morirá como cura.” Doña Maruja con una expresión de tristeza lo mira atentamente y le dice: “Que cruel has sido conmigo; y que poca comprensión me tienes, has aprovechado la oportunidad de este momento para vomitar la ira sin detenerte a pensar que fue nuestro hijo quien tomó la decisión de hacerse sacerdote, yo como madre lo único que hice fue respetar y respaldar su decisión, se que eso fue un golpe rudo para ti y siempre he comprendido como te has sentido y si has tenido algún consuelo en gran medida creí que mis oraciones para que Dios te diera fuerzas y sabiduría habían logrado en gran medida su propósito, pero veo con lastima como todo se estrelló en tu corazón que no tuvo lugar mas que para tu egocentrismo que hoy lo has utilizado como punta de lanza para herirme a mí. !!!A mí!!! Que he tratado de ayudarte tanto.” Don José se acercó a ella, la abrazó fuertemente y le dijo: “Perdóname, nunca tuve la intención de herirte, fue como un volcán que hizo erupción dentro de mi, pero ya pasó, te prometo que esta situación no se va a repetir.

Mientras tanto Chepipe hacía averiguaciones sobre Adelita a traves de diferentes contactos para ver si daba con el paradero de ella; él lucía triste, cansado y agobiado.

Plegaria de Chepipe

Querido Padre Celestial, mi Dios Amado
Necesito de Tí pues me estoy consumiendo
Por favor, ven a mi alma, quédate a mi lado
Porque hay cosas Señor que yo no entiendo.

Quiero serte leal toda la vida
Caminar mis senderos cogido de tu mano
Porque hay veces mi Dios que el alma olvida
Y pienso y siento como cualquier humano.

A Ti clamo Señor, como Padre y Amigo
Porque siento temor de lo que siento y pienso
Atrevido sentimiento que siempre está conmigo
Que sacude y consume mi alma adentro.

En un viento que agita y que estremece
Rompiendo los cimientos de mi propia existencia
Que a su paso me mece y siento que me grita
Que sacude con fuerza mi conciencia

Oh mi Señor, regresa mi alegría
La que me diste un día, la que estuvo conmigo
Que vi en la Eucaristía, que me mostró el camino
Llévame de tu mano como a tu buen amigo.

En la noche Chepipe llegó tarde a la casa de sus padres, cuando doña Maruja lo vio entrar a su dormitorio se levantó y tocó a la puerta del cuarto y preguntó si podía pasar, su hijo le indicó que entrara y luego de un fuerte abrazo ella comenzó diciéndole: “Mira José Felipe el corazón de una madre no se engaña, se que tienes problemas y que estás angustiado, se te ve la tristeza en tu rostro, te estás torturando y eso me tortura a mi también, todos sabemos por lo que estás pasando, el Párroco, el Obispo y yo estamos preocupados.” Chepipe inquirió, ¿preocupados por qué? “Es que esa relación tuya con la pastora esa te esta llevando a arriesgar tu reputación y tu compromiso inviolable con la iglesia, tu tienes que seguir siendo un sacerdote fiel echando a un lado todo lo que te trae tropiezos; me mataría saber que haces algo equivocado.” Chepipe exclamó, “Un momento mamá, tu, el Párroco y el Obispo están haciendo un huracán de un vaso de agua, mi lealtad la conozco y la honro, pero ni tu ni ninguno de ustedes tiene derecho a pautarme la vida. Eso no es asunto de ustedes.” “Hijo, parece que no entiendes.” “No mamá, la que no entiende eres tu.” Ella se retiró y Chepipe procedió a acostarse.

A la mañana siguiente Chepipe se dirigió a casa del Superintendente, tocó a la puerta de entrada, una señora abrió y le preguntó qué deseaba, el le indicó que hablar con el Superintendente; “¿De parte de quién? preguntó. “De parte del sacerdote José Felipe.” Ella lo invitó a pasar a la sala, se excusó y al poco rato vino el Superintendente, se saludaron cordialmente y le preguntó que a qué se debía el honor de su visita. “Mire usted señor, entiendo que debe de ser de su conocimiento la amistad entre la Reverenda y yo. Amistad que ha valorado en ambos los ideales comunes del cristianismo aunque parezca un tanto raro por la experiencia de fe que ambos profesamos, no obstante, ambos estamos comprometidos en tratar de poner nuestro grano de arena en la lucha por un mejor y más cristiano país.

La Reverenda ha desaparecido como polvo y paja y todos mis esfuerzos hasta el momento han sido inútiles tratando de localizarla. Yo se que usted es un hombre serio y recto y que no miente y lo emplazo a que me diga dónde está ella; se que tiene que saber de su paradero, si me dice que no sabe se lo creo, pero me veré forzado a ir a las autoridades y reportarla como desaparecida y esto no me gustaría tener que hacerlo porque la prensa se enteraría y aparecerá la noticia en todos los diarios y noticieros. Por favor, no entienda esto como una amenaza, pero debe usted entender mi preocupación. El Superintendente le contestó, “Mire, vamos a poner los puntos claros. En primer término yo no miento ni me intimidan las amenazas ciertas o falsas y reconozco que es nuestro deber cristiano verlas cosas que nos unen por sobre las que nos separan. Mas usted no puede negar el hecho de que en ocasiones las interrelaciones pueden ser conflictivas y usted en su iglesia y yo en la mía tenemos nuestras reglas de comportamiento y de sobra usted sabe que el testimonio que exigimos a nuestros feligreses y a toda la comunidad tiene que guardarse de situaciones embarazosas,porque si nuestros actos son en apariencia mal entendidos se tornan en chismes y diretes que le hacen un grave daño al evangelio, a su iglesia y a la mía. Hay sacerdotes y pastores evangelicos haciéndole bien a la humanidad, sirviendo en los lugares más distantes e inhóspitos de nuestro planeta, pero de esos los medios noticiosos no dicen nada, pero que uno de ustedes o de nosotros haga algo de apariencia dudosa, se dan un banquete con nosotros. Se da usted cuenta que aunque somos de diferentes religiones sufrimos las mismas consecuencias. Ahora bien, yo se donde está Adelita y puedo asegurarle que está bien; comprometí mi palabra con ella de no decirle a nadie su paradero y no voy a quebrantar mi compromiso, pero haré una cosa con usted, yo la llamaré durante el día de hoy y le diré que usted vino a saber de ella y hasta ahí yo llego y será ella quien decida lo que quiera hacer.”

Chepipe agradeció el gesto del Superintendente y se excusó si su actitud parecía agresiva pero en su corazón no hubo ni hay animosidad alguna. “Lo comprendo,” contestó el Súper, le estrechó la mano y le dijo que esa su casa estaba a sus ordenes, pero que le agradecería que no volviera a traer el caso de Adelita como tema.

Esa tarde llamó a Villalba a casa del Reverendo Alejandro y después de saludarlo le preguntó por la Reverenda, él le contestó muy apenado que ella se notaba muy triste y que pasaba largas horas de oración y ayuno. “Por favor, si se encuentra en la casa dile que quiero hablar con ella.” “Si, ella está en la habitación, voy a avisarle;” Adelita vino al teléfono y luego del intercambio de saludos su jefe religioso le dio los detalles de la visita que le hizo el sacerdote y le indicó que creía prudente que lo llamara pues cuando una persona se preocupa por otra lo mejor que se puede hacer es evitarle esa preocupación. Adelita le contestó, “Gracias señor, creo que así lo haré.”

Paso ese día y el próximo y Chepipe llegó un poco tarde y muy cansado a su casa, comió algo, se excusó y se acostó quedándose profundamente dormido; al día siguiente bien temprano en la mañana sonó el teléfono de la casa, doña Maruja contestó y le preguntaron si se encontraba el Padre José Felipe, ella preguntó que de parte de quién a lo que le contestaron de parte de la Reverenda Adelita; doña Maruja se quedó atónita, sorprendida balbuceo unas palabras y dijo que el Padre José Felipe no se encontraba pero añadió, “permítame a mi hablar un momento; aunque no la conozco personalmente se quien es usted y se de los problemas que le está ocasionando a mi hijo; usted no parece reconocer que José es un sacerdote católico, ese ha sido su sueño y compromiso desde niño; yo no se lo que el significa para usted, pero si usted verdaderamente lo estima y lo aprecia tanto hágale el favor de salirse de su vida. Se lo pide el corazón de una madre que siempre sabe lo que es lo mejor para su hijo.” Adelita escuchaba y no podía pronunciar palabra alguna simplemente le pudo decir, “Lamento su sufrir señora, yo nunca le hecho daño a nadie y menos a su hijo a quien tanto aprecio,” le dijo adiós y procedió a terminar con la llamada; más tarde se comunicó con el Superintendente y le indicó que ya se encontraba bien y deseaba volver a trabajar a su iglesia la próxima semana y así fue acordado.

Mientras tanto Chepipe esperó por dos días su ansiosa llamada y no la recibió; llamó a la oficina de su Párroco y le indicó que deseaba a la mayor brevedad posible y si era posible una reunión con él y el Obispo, a lo que le contestó que lo llamaría más tarde; la llamada se sucedió esa misma tarde acordando la reunión para el próximo día a las 2:00 P.M.

Cuando Chepipe se presentó a la reunión con el Obispo para su sorpresa allí se encontraba el Cardenal, Chepipe en señal de obediencia besó los anillos de ambos prelados y luego de intercambiar saludos les dijo: “Perdone Señor Obispo, no sabía que su Eminencia también se encontraba aquí con usted, si lo estima conveniente pospondremos la cita para una próxima ocasión;” el Cardenal tomó la palabra; “Hijo, estoy aquí porque quiero hablar contigo y con el Señor Obispo; ¿dime José Felipe, que te sucede?, háblame como a un padre que solo quiere ayudar a su hijo, ten plena confianza en mí.” Padre José Felipe empezó tímidamente a hablarle sobre su relación con la Pastora y en la medida que continuaba fue abriéndose más y hablaba con más confianza. “Mire,” le dijo, “esta relaSión con la Pastora se ha ido convirtiendo en una bola de nieve que según rueda más crece y a su paso arrastra comentarios, mentiras, inuendos y chismes en la iglesia, fuera de la iglesia; hasta mi madre está envuelta en esta situación; le confieso que por la Reverenda siento algo distinto al amor fraternal entre amigos; la única experiencia que tengo en el amor es al del projimo, a la iglesia, a mis padres y no se descifrar claramente lo que siento, lo que si produce esta relación es una lucha entre la razón y el corazón, el deseo y el compromiso. Cuando fui hacerme sacerdote la iglesia fue clara conmigo, nunca me dijeron en el seminario que era fácil y las experiencias duras que he tenido como sacerdote las entiendo como un privilegio. Tengo una deuda de gratitud y de lealtad a la iglesia y a ustedes y he entendido que es mi deber decirle lo que me está aconteciendo. El Obispo intervino y le agradeció su sinceridad y a renglón seguido añadió, “José Felipe todos en nuestra vida sacerdotal hemos pasado por momentos difíciles de una naturaleza u otra que requirieron decisiones fuertes por distintas circunstancias; nuestra iglesia lo comprende y nunca hemos abandonado ningún sacerdote en un momento difícil. Tenemos excelentes consejeros cuya única misión es ayudarnos y darnos el apoyo necesario, es mi opinión y estoy seguro que nuestra Eminencia el Señor Cardenal está de acuerdo en que es conveniente que vayas por un tiempo a un centro de consejería fuera de aquí; pero debo advertirte que la decisión es tuya y que de poco vale lo que yo creo si tu no lo crees; hay un centro en Rochdalle, New York, que entiendo es el propicio. Reflexiona sobre esto, pues de ti depende, recordando siempre que tu hiciste un compromiso con Dios de servirle a través de la iglesia toda tu vida conforme a nuestra doctrina y tradición; si tu quebrantas ese compromiso no somos quienes para juzgarte moralmente pero si eclesiásticamente; la iglesia no puede darse el lujo ni tomarse el riesgo de tener medio sacerdote, entiendo que hemos sido claros contigo y espero por tu decisión mañana para hacer los arreglos que haya que hacer.” “Gracias por sus consejos y su comprensión, manaña les notificaré,” Chepipe se despidió protocolariamente y se marchó.

Cuando salió de la reunión se dirigió a casa del Superintendente lo saludó y le dijo: “Reverendo, yo se que usted me pidió que no le trajera más el tema de Adelita, pero es de vital importancia para mi saber si usted se comunicó con ella y si le dijo de mi inquietud por saber como estaba y de mi preocupación de no poder hablar con ella.” El le conetestó; “Hablé con Adelita, le comuniqué su inquietud y hasta ahí todo lo que hablamos, pues ese fue mi compromiso con usted.” Chepipe le dio las gracias y se marchó, se dirigió a casa de sus padres y les comunicó a estos que había tomado la decisión de ir por un periodo de tiempo a un retiro a la ciudad de Rochdalle en New York. Doña Maruja le inquirió el por qué de ese viaje imprevisto. El le dijo que era por un asunto personal entre él y la iglesia y que no podía darle detalles. No hubo más comentarios y Chepipe se retiró a su dormitorio y hasta allí llego don José diciéndole: “Chepipe, no se como comenzar, todo esto tiene unos aires de misterio que no logro comprender; como tampoco he comprendido muchas de tus cosas, pero no creas que vengo para que me expliques lo que no entiendo o a recriminarte, solamente quiero decirte o recordarte un viejo refrán que dice, “que más sabe el diablo por viejo que por diablo,” y presiento que algo muy intimo te está preocupando. Tu bien sabes que cuando naciste fue la mejor noticia que he tenido en mi vida; me sentí un hombre completo y según te veía crecer más alimentaba la esperanza de verte a ti seguir mis pasos y que todo el esfuerzo de mi abuelo y el mío propio serían para ti y traté de encaminar tu vida en esa dirección, pero tu tenías otros planes y nunca me los informaste hasta que no te graduaste de escuela superior; sabía que aunque tu comportamiento de muchacho era diferente al que yo quería tenía la certeza dentro de mi que seguirías mis pasos; jamás se me ocurrió pensar que tus planes eran hacerte sacerdote; cuando me lo informaste pensé que todos conspiraban en contra mía, fue un castillo de naipes lo que había construido y se desplomó, pero acepté tu decisión la cual aisló a ti de mi y a mi de ti. No era que nos quisiéramos menos, era que teníamos menos cosas en común y te confieso que hasta el día de hoy esa sensación de abandono de parte tuya está, pero he logrado aceptarte como cura y siempre he cooperado generosamente contigo para las obras que desarrollas porque se que a pesar de todas las cosas tu eres el mejor regalo que Dios me ha hecho.”

“Tu madre me contó de una amistad que supuestamente tu tienes con una pastora de otra religión; de esas que le dicen “los aleluyas” y que eso te estaba trayendo problemas y como tu siempre has sido para tus cosas hermético para conmigo me he tomado la iniciativa de decirte que yo estoy a tus ordenes, que te respaldo en cualquier decisión que tomes, pero es sumamente importante que esa decisión sea una realista es imperativo que Dios, tu fe, tu corazón y tus sentimientos produzcan al unísono la respuesta, pues tendrá repercusiones permanentes en tu vida. Sabes que para lo que me necesites tengo los brazos abiertos.”

Chepipe escuchaba silenciosamente, se puso de pie abrazo a su padre y con mucha emoción le dijo: “Papá gracias y perdóname. !!!Cuantas cosas pudimos haber hablado!!! Pero siempre fuiste tan impositivo, bueno pero tan intransigente, siempre quería que viviera con tus reglas desde niño. No querías que fuera a la Puntilla y sí al club campestre, no querías que socializara con las muchachas de allí y sí con las hijas de tus acaudalados amigos; ¿pero de qué nos sirven ahora las recriminaciones? De nada, pero si quiero decirte que quiero que sepas que te quiero con toda mi alma y se que de igual forma tu me quieres y que es muy importante para mi saber que tengo tu respaldo en este momento difícil de mi vida.”

Luego que su padre salió de su habitación Chepipe escribió una carta y por la mañana le indicó al Obispo su deseo de ir a Rochdalle a la mayor brevedad posible, el próximo día si era factible y se dirigió al barrio Calichosa, allí buscó al Padre Agustín y le pidió un favor muy personal y muy confidencial, yo se que tu eres un amigo en el que puedo confiar. Mañana yo salgo para Rochdalle y deseo que tu le entregues a la Reverenda Adelita personalmente si es que ella regresa aquí y la ves; por favor no me pidas explicaciones ¿tengo tu palabra?” “Desde luego,” contestó Agustín.

Transcurrió esa semana, Chepipe se había marchado y la Reverenda regresó a Calichosa a su rutina pastoral; un día pasó frente al lugar donde se estaba ya terminando el hogar de madres solteras que había emprendido Chepipe; Padre Agustín alcanzó a verla y la llamó en voz alta que esperara, fue a su automóvil a buscar la carta y se la entregó a ella diciéndole que el Padre José Felipe le pidió que se la entregara personalmente; sintiéndose sorprendida preguntó por él. “EL está en los Estados Unidos,” contestó el cura. Adelita se mostró sorprendida, pero optó por no hacer más preguntas y se dirigió a su casa, una vez allá muy nerviosamente abrió el sobre y comenzó a leer la carta.

Querida Adelita:

Ruego a Dios que esta misiva llegue hasta tus manos y que te encuentres bien en tu salud física y en tu fe. Fe que sin ella no podríamos soportar los vaivenes de nuestra existencia. Es en ella donde encontramos las fuerzas que nos capacita para vivir la vida con valentía.

No tengo autoridad para preguntarte por qué te esfumaste de mi presencia sin rastro alguno; debo entender que motivos muy serios e importantes fueron la causa. Pero tengo que confesarte que me hirieron profundamente; por primera vez en mi vida sentí un sentimiento de soledad que agobia, que hiere y que confunde. Hice lo posible por saber de ti y todos mis intentos fueron en vano todo era como un torrente de agua que se estallaba en mis sentidos. Había tomado la decisión de hablar con mis superiores; quise decírtelo personalmente, pero desapareciste. Pensé que en tu ausencia el sentimiento que embargaba mi corazón desaparecería, así creí entenderlo sin darme cuenta que el corazón de un hombre es como un río tempestuoso arrastra todo a su paso hasta alcanzar su cauce que lo lleve a la mar.

Si en tu corazón libras la misma batalla que yo libro en el mío espero que salgas ilesa y que me recuerdes no como un sacerdote católico y si como un hombre que le hiciste sentir como nunca había sentido.

Te deseo la mayor de las felicidades y que tengas éxito en lo que te propongas que yo se que Dios siempre te llevará de su mano en tu camino.

Un ultimo favor quiero pedirte, si tuvieras algún problema, si necesitas algo por favor no tengas temor alguno en ir a ver a mi padre, estoy seguro que te ayudará pues además del antifaz de persona poderosa y autoritaria hay un alma noble y generosa.

Hasta siempre,
Chepipe

Adelita leía y releía la carta y entre más lo hacía más grande era su pena y su llanto; clamando a Dios por fuerzas para tolerar el peso del corazón.

Siguió trabajando y predicando, pero había tristeza en su rostro y su verbo no tenia la dulzura acostumbrada; algo le inquietaba su alma, un sentimiento que la torturaba.

Transcurrido un mes se decidió a ir hablar con el papá de Chepipe, una vez en la oficina don José fue informado por su secretaria que una joven que se hace llamar la reverenda Adelita deseaba hablar con él. Don José le dijo: “Adelita y Reverenda, no conozco a nadie de ese nombre, dile que hoy no tengo tiempo que venga otro día, pero que por favor llame con anterioridad para hacer cita... Un momento, !!!Reverenda Adelita!!! Exclamó en alta voz, espera un momento, ahora recuerdo algo, dile que pase.” La Reverenda entró a la oficina y le preguntó: ¿Don José?” Si soy yo, a sus ordenes, pero siéntate por favor y dime que te pasa muchacha, y perdóname si te tuteo, pero nunca imaginé una pastora tan joven y bonita como tu, si te desagrada por favor perdóname y dímelo.” “No, don José de ninguna manera, al contrario me halaga y gracias por sacar de su tiempo para atenderme.” “Es un placer, dime en que puedo servirte.” “Pues mire don José, su hijo José Felipe y yo nos conocimos en nuestros respectivos ministerios; el desde su visión de fe y yo de la mía, pero fuimos descubriendo que más allá de la religión eran más las cosas que teníamos en común que las que nos separaban y surgió una amistad que se fue haciendo más fuerte cada día y en un lazo muy fuerte; él consciente de su compromiso con su iglesia y yo con el mío jamás la palabra amor o ninguna expresión carnal se hizo presente. Nuestra relación trajo reacciones antagónicas en nuestros feligreses y en nuestros superiores y la explosión no se hizo esperar; se que él salió herido, pero yo he salido con el alma hecha pedazos que no me dejó otra alternativa que irme a un exilio temporero hasta el día que mi superior me informó que Chepipe le había ido a ver preocupado por mi y me autorizó que lo llamara; en ese momento mi corazón se llenó de emoción y lo llamé por teléfono a su casa; doña Maruja contestó la llamada y me indicó que no se encontraba y como madre al fin me dijo que la relación amistosa con su hijo podría acarrearle problemas y me aconsejó que si yo apreciaba a Chepipe mi deber era terminar con la amistad. Yo no soy quien para juzgar a nadie y comprendo el celo que ella puede tener por el sacerdocio de su hijo. Cuando regresé a Calichosa albergaba muy dentro de mi la esperanza de verlo y hablar con él y lo que recibí fue una carta que me destroza el corazón, pues nunca supo que aunque yo huí del escenario cuando me enteré que me estaba buscando traté de hablar con él sin poder lograrlo.

Mientras ella hablaba el llanto se hacía presente, don José que escuchaba atentamente y altamente sorprendido le dijo: “ No llores más muchacha, pero debo preguntarte que te hizo pensar que deberías hablar conmigo.” Ella le contestó, “En la carta de Chepipe me dijo que cualquier problema que tuviera viniera a hablar con usted que usted me comprendería, quizás es lo único que quiero, que se yo, alguien que entienda por lo que estoy pasando.” A don José se le vidriaron los ojos, era evidente la alegría que le había producido que su hijo confiara en él y exclamó: “Adelita no tienes una idea de lo honroso que es para mí que hayas hablado conmigo, la alegría que siento es inmensa y por más que trate de explicártelo no lo entenderías por ahora.” Ella le respondió, “Yo no tengo ni padre ni madre con quien desahogarme quizás la persona que más me comprende es Chepipe y se ahora que usted, mas no quiero ser piedra de tropiezo para nadie, debe creerme.” “Te creo, hija, te creo y no te preocupes, déjame las preocupaciones a mí que al igual que tu tampoco quiero ser piedra de tropiezo para nadie. No se que se puede o debe hacer en una situación como esta, pero si el Dios que tu crees, el de Chepipe y el mío es el mismo, como yo estoy seguro, más allá de las pamplinas religiosas, los líos sectarios y disfraces vamos a confiar en El y ya veremos que es lo que hay que hacer si es que hay que hacer algo; ahora bien, no importa lo que suceda recuerda que siempre puedes venir a verme y lo que necesites ten confianza en mí y pídelo; procedió a sacar de un pequeño cofre de su escritorio una tarjeta de identificación se la entregó y le dijo: “Ahí están los números de teléfonos donde puedes conseguirme a todas horas y vas ahora donde Mara y le das tu dirección y tus teléfonos pues si me los das a mí los apunto y como siempre se me extraviaran en ese revolú que tengo en mi oficina;” ambos se pusieron de pie ella le dio un beso en la mejilla que el reciprocó y se despidieron con un hasta luego.

Cuando Adelita abandonó la oficina procedió a llamar al Obispo; “Hola monseñor, ¿cómo estás? Espero que bien.” “No me quejo, gracias a Dios.” “Yo no puedo decirle lo mismo de mí, no me siento bien.” “¿Qué te sucede José? “Es que me está doliendo el corazón.” “Pero José, llama a tu cardiólogo y si tu lo deseas te acompaño a verlo.” “Si, eso haré un poco más tarde, lo que yo necesito es que Chepipe venga pues es mi único hijo y ese tiene la cura para sanarme.” “Estas bromeando,” le dijo el Obispo. “No nada de eso, necesito ver a Chepipe urgentemente pues tengo la fe de que él hará que el corazón me deje de doler.” “José, tu me tienes confundido.” “Te voy a explicar, yo estoy seguro que el dolor en el corazón es emocional y espiritual y en eso Chepipe es mejor médico que el cardiólogo y tanto tu como el Cardenal pueden hacer algo por mi recuperación; yo necesito ver a Chepipe aquí el sábado y si tengo que alquilar un avión y una fuerza militar mercenaria para traerlo no vacilaré en hacerlo y dada la amistad que existe entre el Cardenal, Maruja, tu y yo no creo que sea demasiado pedirte que ustedes vengan con él.” “Mira José, te conozco muy bien y se que algo raro está pasando, pero yo no tengo la autoridad para convocar al Cardenal ni para hacer que José Felipe regrese, pero entiendo y se que también el señor Cardenal es tu amigo personal y te sugiero que lo llames a él que es el que tiene que bregar con este asunto.” “Comprendido,” dijo don José y procedió a despedirse, luego llamó al Cardenal y después de intercambiar saludos le hizo saber los deseos y la necesidad de ver a Chepipe, haciéndole más o menos la misma historia que le había dicho al Obispo. El Cardenal le respondió, “José hace muchos años que te conozco y siempre nuestra amistad ha sido sincera y franca; te conozco demasiado bien para saber que hay algo oculto en tu deseo de ver a tu hijo y entiendo que debes sincerarte conmigo.” Don José le contesto: “Mira, yo conozco bien tu integridad y tu carácter y confío en ti y te prometo y te doy mi palabra que si Chepipe viene y regresa a Rochdalle el mismo día o tu decides enviarlo a otro lugar estará bien conmigo. Es cierto que no he sido totalmente franco contigo, pero en esta ocasión no puedo darte detalles; confía en mí que es sumamente importante que yo hable personalmente con mi hijo, hoy es martes y quisiera verlo el viernes, ¿puedes hacer los arreglos o los hago yo desde aquí?” “No te preocupes yo los haré, pero debo aclararte que la decisión de Chepipe regresar es exclusivamente de él y confío en Dios que lo que sea sirva para tu bien y el de José Felipe.” “No esperaba menos de ti,” contestó don José y se despidieron.

El próximo día don José recibió en su casa una llamada de la oficina del Cardenal en que le indicaron que el Padre José Felipe llegaría el sábado a el aeropuerto de San Juan a las 4:45 P.M., que el señor Cardenal lo acampanaría a Arecibo y que deben estar allí a las ocho de la noche, don José lleno de jubilo le dio la noticia a doña Maruja que José Felipe vendría a verlos el sábado por la noche; doña Maruja se puso bien nerviosa y le dijo: “José no me engañes, ¿qué está sucediendo, qué le pasa a Chepipe? Dime la verdad, te lo imploro.” “Marujita tranquila, Chepipe viene a vernos todo está bien, no te engañó; dile a Ana que prepare una buena cena para el martes pues el Obispo y el Cardenal vienen con él y quizás un par de personas que yo invite; anda confecciona tu el menú con Ana que tu eres la experta en eso,” la besó en la mejilla despidiéndose pues tenia mucho trabajo que hacer en la oficina.

Doña Maruja se quedó pensativa y preocupada, sus instintos le decían que debería haber algo más envuelto, ¿pero qué? La cabeza le daba vueltas y llamó al Obispo y le contó lo que su esposo le había dicho pidiéndole que como siempre había sido que fuera sincero con ella. El señor Obispo le contestó, “no pasa nada, es que José quiere ver a Chepipe parece que ya está achacoso y no se siente bien, pero tu lo conoces, él está bien, o a lo mejor tiene planes de morirse y quiere arreglar lo de la herencia,” le dijo en tono de broma. “¿Estás seguro?” “Si Maruja, estoy seguro. Ella le pidió que no le dijera a José que ella lo había llamado.

Don José llegó a su oficina, llamó a Mara su secretaria y le dio instrucciones para que le cancelara todas las citas y reuniones para esa semana, que dijera que estaba indispuesto y que no se siente bien y le pidió que llamara a Miguel al centro, a su casa o a donde estuviera y que le diga que venga a verlo a las 4:00 P.M. en su oficina.

Miguel llegó puntualmente y cuando la secretaria lo anunció él le dijo, “dile que pase.” Miguel no podía ocultar su curiosidad y con cierto grado de picardía le preguntó si estaba enfermo a lo que don José le contestó, “no seas idiota, si estuviese enfermo hubiese llamado a un médico no a ti.” “Es que usted nunca…” “¿Qué yo nunca que?” “Que usted nunca había sido tan amable conmigo, nunca me había invitado a su oficina.” “Ah, ¿no he sido amable contigo? Para que te iba a invitar aquí, si tu no sabes de negocios, pero de donde tu crees que sale el dinero para el centro, para tu sueldo, para todo. Si crees que de Chepipe te equivocas las sotanas de los curas no están hechas de billetes, todo lo pago yo, pero vamos a dejarnos de pamplinas que estoy muy ocupado y tengo poco tiempo. ¿Tu sabes llegar a casa de la Reverenda Adelita, me imagino que alguna vez fuiste allí con José Felipe? Miguel sorprendido: “Si señor.” “Pues anda y llévame allí.” “¿Usted está seguro?” “ Si, estoy seguro ya no preguntes más y vámonos.”

En el trayecto al barrio Calichosa don José le dice: “Yo se que José Felipe es como un hermano para ti y se lo mucho que él te quiere y tu tienes que saber mejor que mucha gente de la amistad de la Pastora y él y quiero que seas sincero conmigo y me digas si tu sabes de algo que haya pasado entre ellos y no te hagas el tonto, sabes a lo que me refiero.” “Yo se lo que usted está pensando don José, pero Chepipe es un cura muy recto en sus cosas y la Pastora es una joven respetable, yo no se lo que ellos piensan, pero hasta donde yo se solo son buenos amigos.” En eso llegaron a la casa y la Reverenda estaba bregando con unas matas en el jardín y grande fue su sorpresa al ver a don José y a Miguel allí, los saludo efusivamente preguntándole a ambos por sus familias. “Están bien, gracias a Dios,” contestaron. “¿Y a qué debo el honor de su visita? Don José le dijo a Miguel, “Excúsame y espérame en el auto,” y prosiguió, “Adelita no puedo decirte en este momento de que se trata, pero te pido de corazón que confíes en mí y que sigas mis instrucciones.” “Don José es que yo confío en usted, pero todo esto es tan raro, es como un velo misterioso y estoy confundida.” “!!Adelita, Adelita!!! No hay nada misterioso y si hay algo de misterio voy a decirte un verso que me recitaba Maruja cuando estábamos de novios, creo que es de Salomón.

Yo dormía pero mi corazón velaba
Es la voz de mi amado que llama
Ámame hermana mía, amiga mía, perfecta mía
Mi cabeza está llena de rocío
Mis cabellos de las gotas de la noche;
Adelita no podía creer lo que pensaba y exclamó, “Oh don José,” y lo abrazó con una ternura tan emotiva que hizo que don José tragara hondo para no llorar. “Te he pedido que confies plenamente en mí pues quiero que el sábado próximo a las nueve de la noche estés en mi hogar.” “¿Pero don José?” “ Pero don José nada, yo haré los arreglos con Miguel para que te venga a buscar a las 8:00 P.M. ¿está bien?” “En verdad don José no se que decirle.” “Si tu no sabes que decirme entonces yo si sé, el sábado a las 8:00 lista.”

En el camino de regreso ya estaba empezando a caer la noche y don José le dijo a Miguel, “ya se está haciendo tarde, vamos a parar en el supermercado para comprar una botella de vino y un pollo y mientras tu mujer nos prepara un asopao tu y yo nos damos unos vinitos.” “¿En casa?, preguntó Miguel. “Desde luego que en tu casa, Chepipe me contó una vez que tu mujer era una experta haciendo sorullitos de maíz con queso y asopao de pollo, ahora bien, si no quieres…” “Para mi es un honor,” dijo Miguel. “Que honor ni que rayos,” le dijo don José, “a ti lo que te pasa es que te vas a aprovechar de los sorullitos y el asopao porque tu sabes que tu mujer no te va a cocinar para ti solo y conmigo la cosa cambia, verdad."

Entraron a la casa y la esposa de Miguel se sorprendió de ver a don José, le saludo con un nerviosismo que le hacia temblar las manos. Don José le dijo: “ hay tienes ese pollito para que hagas un asopao de esos que comía Chepipe aquí.” “Con mucho gusto don José, con mucho gusto;” Miguel estaba en la cocina buscando unos vasos y su mujer le dice en voz baja, “que pantalones tu tienes y que traer a don José sin avisarme y esta casa toda regueretea, que va a pensar ese señor de mí.” “ Yo no se mujer, él fue quien quiso venir aquí ¿qué podía decirle yo, que la casa estaba regueretea, que no viniera?” “No, no es eso, tu sabes lo que yo te quiero decir.” “Si lo se mujer, pero no te preocupes tanto.” Don José descorchó la botella de vino y sirvió una copa para él y otra a Miguel y se sentaron en la sala. Don José le pidió a Miguel si tenía alguna música de la de antes, “tiene que ser música del ayer porque lo que tu generación llama música es un escándalo; Don José perdóneme, pero yo creo que usted no está en la onda.” “El que no está en la onda eres tu,” le contestó don José. Mientras tanto, Miguel buscaba unos discos en el escaparate; “mire don José, aquí conseguí unos que eran de mi tío Pancho, mire a ver si le gusta este,” y le puso la canción, “La Ultima Copa” de Felipe Rodríguez. Don José se quedó pensativo y dibujando una sonrisa en su rostro; “si supieras Miguel que ese disco me ha traído el recuerdo más grato de mi vida; esa canción la estaba cantando Felipe en la plaza pública el día que nació Chepipe y yo que estaba en la clínica la escuché completita mientras esperaba ansioso que mi mujer pariera; y continuaron hablando por largo rato, y cuando la comida estuvo lista pasaron al comedor; cuando terminaron de comer don José comenzó a despedirse y le dijo a la esposa de Miguel, “ese es el mejor asopao que me he comido en mi vida, el problema es que comí demasiado y voy a tenerme que aflojar la correa por lo menos dos boquetes más adelante, muchas gracias, he pasado un buen rato como hacía tiempo no pasaba.” “A sus ordenes don José, siempre que usted quiera,” le dijo la señora. Le pidió a Miguel que lo llevara a la casa, se quedara con el carro y lo fuera a buscar a su casa el próximo día a las nueve.

Miguel fue a recoger a don José según acordado, entraron a la oficina y don José llamó a Mara y le preguntó si por casualidad sabía de alguien que fuera jefe de una iglesia evangélica que llevara el titulo de Superintendente; Mara frunció el ceño y le dijo: ¿qué usted dice, que si yo se qué cosa?” “Nada, no es nada, no tiene importancia,” y la secretaria se retiró. Don José le dice a Miguel, “Mira, yo tengo que ver a una persona que no se su nombre, no lo conozco, no se donde está su oficina, ni donde vive, pero se que existe.” Miguel medio sonriendo le dijo: “Perdóneme don José, eso que usted dice yo no lo entiendo, ¿si usted no sabe nada de él, cómo sabe que existe?; ¿usted está seguro que eso no es por razón del vino que se tomó anoche? “Miguel es mejor que no te conteste porque si lo hago no te va a gustar lo que te diga. Ahora bien, tu lo vas a conseguir, vete por ahí a las iglesias esas de Adelita y pregunta quien es el jefe, si tienes que ir a Calichosa ve, pero no le preguntes a la Reverenda y no vayas en el carro mío, ve en el tuyo y esta tarde me tienes la información.” Miguel partió y don José continuo con sus labores, como a las tres de la tarde Miguel llegó y muy contento le comunicó a don José que había conseguido al Superintendente y se llama el Reverendo Juan Santos, tiene la oficina en la iglesia en la carretera 129 y vive en el barrio Bajadero, pero me informaron que el no estaba, que se encontraba en una reunión en San Juan esta semana y que regresa mañana jueves, !!!qué clase de detective soy!!! Si no trabajara en el centro me metía a la policía.” “Para algo tienes que servir tu,” le respondió don José.

El viernes don José se levantó bien temprano en la mañana y se dirigió al barrio Bajadero hacia la casa del Superintendente, Reverendo Juan Santos, tocó a la puerta de la casa y el Reverendo salió, le dio los buenos días y le preguntó que deseaba; Don José se excusó por haber ido tan temprano pero necesitaba hablar con él antes de que fuera a salir. El Reverendo le dijo: “ Descuide que yo soy de la vieja guardia y estoy ya de pie a las cinco de la mañana, por eso de que el que “madruga Dios lo ayuda”, ahora dígame en que puedo serle útil.” “pues vea usted Reverendo, yo soy José de la Hoz, padre del sacerdote católico José Felipe,” el Reverendo Santos lo interrumpió diciéndole, “desde que usted llegó sabía quien era, ¿quien no sabe quien es usted en Arecibo y en todo Puerto Rico, su nombre y su fotografía están casi a diario en los periódicos y en los noticieros.” Don José comentó con un poco de picardía, “es que a veces los medios noticiosos no tienen con quien llenar los espacios y me cogen a mí; pues bien, no se cuan al tanto esté usted de la amistad que surgió entre mi hijo y la Reverenda Adelita.” “La conozco bien,” dijo el Pastor, “incluso su hijo vino a verme en dos ocasiones y habló conmigo sobre ese tema.” “Comprendo, por eso vayamos al grano,” dijo don José.

“Usted y yo sabemos del compromiso que ambos tienen con sus respectivas iglesias; los dos son personas serias, honestas y comprometidas, pero yo estoy bajo la impresión que cuando los compromisos religiosos se confrontan con los sentimientos humanos pueden resultar muy dolorosos, pero por dolorosos que sean la solución real es confrontarlos, no es huyendo que se resuelven los problemas, estoy en la completa seguridad que mi hijo huyó, no se los detalles de la vida de la reverenda, pero tampoco tengo la duda que algo la motivó a huir también, de esto no debemos tener dudas ni usted ni yo y si no le damos la oportunidad de que hablen franca y abiertamente y se sinceren el uno con el otro puede tener la consecuencia de surcos de tristeza y frustración que los acompañen toda sus vidas. Visto así, no creo que ni mi esposa, ni el Obispo, ni el Cardenal, ni usted, ni yo que somos las personas que más influencias tenemos con Adelita y José Felipe, no quisiéramos tener el cargo de conciencia de ser protagonistas de malos entendidos que pueden propiciar la tristeza y el dolor en personas a quienes queremos tanto, la razón por la cual he querido hablar con usted lo he hecho porque la Reverenda es huérfana de padre y madre y usted estoy seguro la quiere como a su propia hija, reconozco el deber que le impone su posición como también reconozco que su posición la alcanzó por ser una persona justa y responsible que entiende los conflictos humanos.” El Superintendente se quedó pensativo por un momento y le preguntó que era lo que específicamente quería. Don José le pidió que por favor fuera a su casa esa noche a las 8:00; que su presencia allí era de suma importancia, que por favor accediera y le explicó sus planes. El Reverendo Santos condicionó su presencia a la no discusión de religión y que de surgir un momento embarazoso para él abandonaría la casa. Don José estuvo de acuerdo y se comprometió con él que así sería y se despidieron; regresó a su oficina, instruyó a su secretaria que no estaba para nadie, que si había algo sucedido algo importante mientras él estuvo fuera. “ Don José, lo único que ha sucedido es que doña Maruja ha llamado en tres ocasiones insistiendo en hablar con usted y me pidioó ue le dijera donde usted se encontraba; usted sabe que no me informó donde iba a estar y así se lo hice saber a ella.” “No se preocupe por eso Mara, yo me encargo de eso,” y le pidió que le consiguiera a Miguel y que le dijera que viniera para acá ahora y llama a la Reverenda Adelita que tu tienes sus teléfonos y pásame la llamada, trabajó firmando unos documentos y leyendo unos informes cuando entró la llamada de Adelita, luego de saludarse le recordó el compromiso de esa noche y le indicó que Miguel la iba a llevar hasta el gazebo que estaba al lado de la fuente luminosa en el patio de la derecha de la casa y que esperara ahí; Adelita no entendió bien la maniobra, don José volvió a explicarle y ella con timidez aceptó. Miguel había llegado, le dio las instrucciones y le preguntó si entendía claramente, Miguel le dijo que sí y añadió, “yo no se que lío usted está formando porque se ve ajorao y muy contento a la vez, pero me alegro de todos modos.” “Muchacho, no seas tan insolente, recuerda que cuando dejes a la Reverenda en el gazebo entras a la casa donde estoy yo, ah y aféitate y pónte una ropa que no sea esos trapos de pantalones mahonés y “T shirts” que ustedes se ponen todo el tiempo.” “Pero,¿ por qué tiene que ser asi?, le preguntó. “Porque a mi me da la gana de que sea así,” le contestó con cara de serio sonriente; “ahora vámonos y llévame a casa.” Una vez allí doña Maruja medio molesta le dijo: “José, ¿qué está pasando?; estoy preocupada por ti, llamé a tu oficina y no sabían de ti, llamé a la casa de campo, tampoco sabían, llamé al banco y no sabían, en el Club Campestre tampoco, ¿qué te pasa?” “ Nada mujer, nada estaba en unos asuntos de negocios,” y poniéndole las manos sobre sus hombros le dijo: “Mira linda, no te preocupes, esta noche viene Chepipe y vamos a celebrarlo.” “Asi espero,” contestó ella.

Don José se recostó a tomar una corta siesta y se quedó profundamente dormido, la tensión y el cansancio de la semana se hizo presente, se despierta un tanto asustado, mira el reloj y eran las 6:30 de la tarde, se apresuró a ir a bañarse y vestirse, ya doña Maruja estaba casi lista, y don José al verla le dijo: “Que bonita te estas poniendo esta noche.” Ella le contestó, “Yo no tengo que ponerme bonita, yo soy bonita, ¿o es acaso que ya no soy?” “Que va mi amor si cada día que pasa estas más bella, eres la muñeca más linda de Borinquén,” le dio un beso en la mejilla y ambos sonrieron. “Date prisa José que se te está hacendó tarde.

A las 7:45 llegaron Chepipe, el Obispo y el Cardenal. Entre los saludos doña Maruja y José Felipe se estrecharon en un abrazo tan tan tierno que dibujó una estela de amor y cariño como solo la produce el amor de una madre y su hijo, cuando concluyeron los saludos y los breves intercambios, don José los invitó a pasar a la terraza, en eso recibió una llamada del guardia de la entrada de la residencia en la que se le informó que estaba allí el Reverendo Juan Santos, él le indicó que lo hiciera pasar, minutos más tarde llegaron Miguel y Adelita y fueron hasta el gazebo, allí se quedo ella y Miguel se excusó y entró a la casa y Ana lo dirigió a la terraza.

Una vez todos en la terraza los presentó formalmente y se dirigió al Reverendo Santos diciéndole, “Usted nunca antes había venido a mi hogar, esta es su casa Reverendo.” “Gracias,” contestó el Pastor. En todos se notaba la ansiedad como comentando en sus adentros qué está pasando; Chepipe rompió el silencio, ¿Papá, qué sucede? ¿Por qué me hiciste venir, qué representa aquí el señor Obispo, su Excelencia el Cardenal y el Reverendo Santos? Habla pronto.

Don José en tono pausado comenzó diciendo: “Hace quince años atrás, en presencia del Cardenal que era Obispo y del Obispo que era sacerdote, tu madre y yo, tu me informaste la decisión de hacerte sacerdote pese a lo que eso significaba para mí, tus deseos prevalecieron, yo con mucho dolor acepté y en todo tiempo he tratado de ser un padre comprensivo y he cooperado contigo y con la iglesia en todo; sin reservas de ninguna índole, Hace poco tiempo fui informado por Maruja de los problemas que estabas teniendo por una supuesta amistad con una pastora evangélica. Mi hijo nunca me dijo nada, aunque te confieso que hubiese sido mi deseo.” Chepipe lo interrumpió diciéndole, “Papá, eso no era problema tuyo.” “Calma,” dijo don José, no se exasperen, denme un tiempo prudente para ir descorriendo el telón de los acontecimientos, vamos por parte.”

“José Felipe establece una relación de amistad con una pastora evangélica llamada Adelita. Esa relación fue creciendo como una bola de nieve que los fue envolviendo a todos ustedes, ni siquiera sabía yo de la amistad, pero la bola llegó hasta mí y me envolvió también y como ahora todos somos partes del todo vamos a ver como destruimos la bola para que no siga creciendo.

Cuando la relación amistosa de José y Adelita empezó a crear problemas, él se reúne con ustedes y la solución era exilarlo y así lo hicieron.” El Cardenal Brincó como un resorte y le dijo: “Tu estás equivocado José, la decisión de exiliarse como tu dices fue de José Felipe, nuestra intervención fue de aconsejarlo y sugerirle una alternativa como es el deber, la obligación y la responsabilidad de nuestra iglesia no solamente con tu hijo y si con cualquier sacerdote, que quede esto claro.” Chepipe lleno de molestia le dice a su padre, “papá, ya esto se pasó de castaño a obscuro no entiendo que tu te traes, pero no estoy dispuesto a seguir con este drama, pensé que cuando enviaste por mí era que verdaderamente me necesitabas, ahora veo que era una farsa.” Doña Maruja, visiblemente nerviosa, sugirió dar el tema por terminado. El Reverendo Santos no entendía la problemática; el señor Obispo tomó la palabra y le dijo: “José por práctica y tradición nuestra iglesia quiere que sus sacerdotes tomen decisiones bien informados, José Felipe estaba pasando por un momento de angustia, nos lo hizo saber y le hicimos las advertencias de rigor y lo aconsejamos con amor, como a un hijo, tanto el señor Cardenal como yo; pero la decisión no era nuestra, era entre su conciencia y Dios.” Don José en tono suave pero firme les dijo: “ Si todos desean marcharse ahora mismo yo no lo puedo impedir, pero me causará pena el saber que no aprovechamos la oportunidad de enfrentarse cada uno con su conciencia, especialmente tu, Chepipe. Hubo unos momentos de total silencio y don José prosiguió , “Señor Obispo, ¿le informó usted a José Felipe que usted vino a hablar con Maruja sobre la relación de este con la Pastora?” “No entendí que fuera necesario,” ripostó el Obispo. “Reverendo Santos, al usted enterarse de la amistad entre José Felipe y Adelita,¿ le requirió a ella que rompiera con la amistad que era inaceptable con un cura católico y la presionó para que tomara una decisión donde la única alternativa viable era el rompimiento? ¿Y no fue el mismo José Felipe quien lo informó de la amistad y de su deseo de hablar con ella, no solamente en una ocasión si en dos? ¿Pensó usted que Jose Felipe era una pieza importante en la vida de Adelita, tomó usted los sentimientos de ella en cuenta? El Superintendentele dijo: “ Yo no esperaba que esto fuera de esta manera; y lo que hice fue advertirle las consecuencias de esa amistad.” “¿Digame uested si el exilio de Adelita no se debió a la presión que usted le hizo?” “No se que contestarle a eso, francamente no sé,” respondió el ministro.

“Miguel, ahora dime tu que sé que eres el mejor amigo de mi hijo y sabias muy bien de su relación con la Pastora, ¿alguna vez sospechaste que era algo más que una amistad y siendo el mejor amigo no te atreviste a abordarle el tema?” “No me atrevía, don José,” respondió Miguel.

Maruja, lo que voy hacer me duele en el alma, tu sabes cuanto te quiero y lo mucho que tu significas para mí, no es mi intención molestarte ni inquietarte, pero es de vital importancia lo que te tengo que decir, ¿verdad que tu sabias que José Felipe vino un día a almorzar con la Reverenda aquí y nunca se lo dijiste a Chepipe que lo sabías, pretendiendo ignorar esa relación? Y dime si es cierto o no que la Reverenda llamó aquí la noche antes de irse Chepipe para Estados Unidos, preguntó por él y le dijiste que no estaba, y te tomaste la libertad de decirle que si de verdad apreciaba a José Felipe rompiera la amistad con él y se alejara y luego no le informaste nada de la llamada a él.” Doña Maruja irrumpió en llanto y entre sollozos fue hasta José Felipe y le dijo: “Tu sabes que siempre he hecho lo más conveniente para ti.” “Mamá,” dijo Chepipe, “porque no me lo dijiste, era tan importante para mí, me hubiera evitado tanto sufrimiento.” Doña Maruja le dijo: “Lo siento hijo.”

“Ahora, José Felipe, dime si el día que hablaste con los señores Cardenal y Obispo le informaste que habías ido a casa del Reverendo santos desesperadamente buscando saber del paradero de ella y casi le imploraste que te dijera donde estaba y el te prometió que le pediría que te llamara; y tu al creer que ella no te había llamado fue lo que te hizo que tomaras la decisión de irte a Rochdalle. ¿Le confesaste al Obispo y al Cardenal que la razón por la que optabas por el exilio era que pensabas que Adelita te había echado de su vida? ¿Es cierto o no?” Chepipe respiró hondo, comenzó pidiéndole perdón al Obispo y al Cardenal por su falta de verdadera sinceridad con ellos y le dijo a don José, “Si papá, yo estaba esperanzado que Adelita me llamara, abrirle mi corazón y decirle cuanto la amaba, pero viendo que no me llamaba ni yo había podido dar con su paradero pensé que para aliviar mi dolor lo mejor era marcharme lejos para ver si la distancia me lavaba el corazón; ahora comprendo lo de la bola de nieve, todos hemos sido arrastrados por ella, por lealtades y celos, por el deber mal entendido y hasta por su buen grado de buena fe.” Doña Maruja, todavía muy llorosa, se acercó hasta él y le dijo: “Perdóname hijo mío.” “Mamá, ya no hay nada que perdonar,” y le dio un beso en la mejilla pidiéndole que dejara de llorar; luego volvió a dirigirse al señor Obispo y al señor Cardenal; sé que siempre han querido lo que ustedes han entendido es lo mejor para mí, aun a costa de que no fuera lo más conveniente para ustedes, vuelvo y les pido perdón, y a usted Reverendo Santos perdón también por el sufrimiento que le he causado y a ti papá gracias, aunque no conozco del todo por qué has hecho esto.” “Don José le contestó, “Hijo, cuando la bola de nieve me convirtió en parte de ella me propuse romperla, pero no podía solo, teníamos que romperlo entre todos para evitar que siguiera creciendo, y había que hacerlo enfrentando los hechos con valentía, de frente, sin ambages, sin temores, con la frente en alto. Ahora bien, quiero ser meridianamente claro contigo, lo que tu decidas está perfectamente bien conmigo, si quieres seguir siendo sacerdote o no, lo acepto con regocijo y con la certeza que la decisión la tomó tu corazón y no las circunstancias.”

Don José, se excusó por unos minutos, fue al gazebo y allí estaba Adelita, nerviosa y desesperada. “Hijita, te dije que confiaras en mí, ven conmigo.” Para ella era un misterio, como si el mundo se le estuviera cayendo encima, pero todo su sentir no minaba su belleza y lozanía y lucía muy bella. Cuando se presentaron a la entrada de la terraza, Chepipe no pudo contener su emoción y gritó, !!!Adelita!!! y corrió hacia ella, se abrazaron fuertemente y por primera vez se besaron y no podían contenerse, no se percataban de la gente que estaba allí, la escena era tal que el humano pensamiento no puede expresar la intensidad y la pasión de aquel momento; sin dejar de abrazarla Chepipe le dice: “Mi amor perdóname que nunca te dije mis verdaderos sentimientos; temía hacerte daño a ti y a mi iglesia, era un sentimiento de culpa que me atormentaba, pero dentro de mi ser el corazón me decía cuanto te amaba, muchas veces quise decírtelo pero el temor se apoderaba de mi, el amor me dolía en lo más profundo de mi ser; pensé que mi habito y mi compromiso de sacerdote podía mitigar mi pena, pero no lo lograba, mi consuelo estaba en ti, eres la única respuesta a mi conciencia.” Ella le dice: “Chepipe, amor mío, tu pensar era mi pensar y tu sentir mi sentir no queriendo hacerte daño ni a ti ni a tu compromiso, pero ahora me doy cuenta que el amor que Dios puso en nosotros es puro y verdadero y está bendecido por él. Se acercaron a ellos don José y y doña Maruja y fue como si se hubieran dado cuenta en ese momento que junto a ellos habían otras personas. Doña Maruja empezó hablar: “Es difícil expresar lo que siento, nunca pensé que un día como este llegaría, “el día de mi angustia” y me pregunto ¿qué pasó con mis rezos, con mi devoción, por qué esto? Ahora me toca a mi el mismo papel de José hace quince años atrás cuando Chepipe quiso entrar al sacerdocio y él se oponía y nos gritó a todos, !!!ustedes se han vuelto locos!!!.” Chepipe trató de hablar con ella, pero ella le pidió que no lo hiciera que se retiraba a la habitación; Adelita le dijo: “Chepipe, acompáñala, déjala que mitigue su pena, es mejor así, Dios se encargará de poner en orden su corazón.”

El Cardenal tomó la palabra diciendo: “Hay pasiones que los seres humanos no tenemos las fuerzas ni la autoridad para detenerlas, solo el poder de Dios tiene la autoridad, mi misión es velar porque la iglesia cumpla con su encomienda y si el amor entre Adelita y José Felipe viene de Dios quien soy yo para oponerme, solo te pido un favor hijo, que esperes que someta el informe a Roma para tu dispensa.” El Superintendente también le pidió que le permitieran que él se ilustrara para ver como su iglesia maneja un asunto como este. Don José tomó la palabra y los invitó a pasar al salón comedor donde los esperaba una suculenta cena. Chepipe y Adelita permanecieron en la terraza. Una vez en el comedor don José hizo la siguiente expresión: “Les pido perdón a todos si en algo les ocasioné molestias, estoy y estaré siempre a sus ordenes, siempre que no sea para conspirar, porque como señala el proverbial dicho pueblerino, “cuando una piedra está destinada para darte en un ojo no importa donde te escondas - esa piedra alcanzará su objetivo,” y procedió a excusar su presencia. El señor Obispo exclamó: “¿Cómo nos vas a dejar solos José?” El le contestó un tanto compungido, “yo me retiro para estar con mi esposa, ella me necesita en este momento como siempre nos hemos necesitado el uno al otro por casi 40 años.”

Siete Años Más Tarde

“José, qué pasa con Chepipe y Adelita que no acaban de llegar, se les está haciendo tarde y van a perder el avión.” “Mujer, es temprano todavía, lo que pasa es que estas loca por que te traigan los nenes, esos nietos te tienen marcada.” Maruja le contestó, “ y a ti también te tienen bobo, ¿le arreglaste el trencito a Joseito?” “Si se lo arreglé y le tengo una sorpresa, le añadí dos vagones más,” contestó don José, “Maruja,¿ tu qué piensas hacer?” “Bueno, tu sabes que Ademarita quiere que le cosamos unos trajes a la muñeca, pero ella quiere ir conmigo a las tiendas a comprar las telas y le prometí que esta misma tarde, vamos. !!Qué muchachita!!” En eso llegan a la casa Chepipe, Adelita y sus hijitos Ademar y Joseito quienes salieron gritando del carro, “Abuela, abuelo,” y les brincaron encima. Chepipe le dijo a Adelita: “Date prisa con mamá que no tenemos mucho tiempo;” Adelita, Maruja y los niños entraron a la casa y hablaban sobre el cuido de los niños mientras Chepipe hablaba afuera con su padre. Don José le dijo: “Ya era tiempo que tu mujer y tu cogieran unas vacaciones solos, diviértanse mucho y en Europa no te olvides de ir a ver nuestros parientes, por nosotros no se preocupen que Maruja y yo como siempre vamos a estar muy felices con los nietos al lado.” “Lo sé papá y antes de partir quiero decirte que en la venta de los activos de la Corporación Alpha, luego del pago de impuestos y comisiones nos dejó un beneficio líquido de 3.5 millones menos el 10% para las obras de caridad.” “10% es mucho, dale el 5.” “No papá, el 10 como acordamos.” “ Esta bien, dale el 7.” “No papá el 10%.” “Esta bien hijo, dale el 10, tu siempre ganas.” “No papá, ganamos los dos.

FIN


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